Cuando comemos tomamos proteínas. Pero éstas no son las proteínas que nuestras células necesitan, ya que cada organismo necesita las suyas específicas. Entonces nuestro sistema digestivo las descompone en sus partes más pequeñas, los aminoácidos, para que éstos pasen a la sangre a través del intestino y así cada célula tome los que necesite para formar sus propias proteínas.
No hay ningún problema cuando las proteínas se descomponen primero en péptidos (grupos de aminoácidos) y luego en aminoácidos. El problema de las proteínas surge cuando las proteínas no se dividen correctamente y pasan péptidos a la sangre.
Este es un problema habitual con la leche. Razones por las que ocurre:
La leche materna es un alimento predigerido. Es decir, la madre se alimenta y descompone los alimentos en sus partes más pequeñas, las absorbe, y esto ya preparado se lo pasa al hijo, disuelto en agua. Además, con las enzimas necesarias para ayudar en la digestión al sistema digestivo inmaduro del recién nacido. La leche, creada para ir del pezón a la boca del lactante, le transmite todos estos ingredientes íntegros. Al tomar leche de otro animal no sólo no estamos recibiendo los nutrientes idóneos para nuestro desarrollo, sino que estamos tomando un alimento que ha sufrido unos procesos de conservación que han destruido las enzimas digestivas que ayudarían a su descomposición.
La renina gástrica (o quimosina) es la enzima específica para comenzar la digestión de las proteínas lácteas en el estómago. Esta desaparece alrededor de los tres años de edad (no ocurre como la lactasa que al continuar tomando leche se sigue segregando en muchos casos).
La mayor parte de las proteínas son caseínas. La caseína es la proteína que tiene la capacidad de cuajar. Es la del cuajo de la leche, la que coagula para hacer yogur y queso. Además es tan pegajosa que la caseína se utiliza como cola en carpintería y relojería, y como componente de pinturas, y si se hace reaccionar con metanal se convierte en un valioso plástico. Las caseínas ocasionan que la leche en el estómago se haga grumos.
La concentración de proteínas es cuatro veces superior en la leche de vaca que en la humana. Las proteínas son ácidas, pero menos que los jugos gástricos, de modo que disminuyen la acidez del estómago. Esta es la razón por la que la leche alivia los síntomas de las úlceras. Pero al disminuir el pH del estómago los ácidos de los jugos gástricos no pueden realizar su función digestiva.
Gota de leche
«“ Todo esto hace que las proteínas de la leche no puedan ser bien digeridas, ya que por una parte está «coagulada», y esto dificulta la acción de los jugos gástricos, que unos están disminuidos por naturaleza (renina) y otros están neutralizados (por neutralización de la acidez), pasen al intestino sin haberse realizado la hidrólisis (división) de las proteínas correctamente.
«“ En el intestino aún se realiza una parte del proceso de la hidrólisis de las proteínas, con enzimas del jugo pancreático. Sin embargo, éstas no pueden sustituir la parte del proceso que no se realizó en el estómago, y además las proteínas (sobre todo las caseínas) se pegan en la pared intestinal, y causan problemas en la absorción. Estos problemas se acentúan por la característica de la leche de originar mucosidad en el intestino. (Ver «Importancia de la salud intestinal» para comprender la importancia de la pared intestinal en nuestra salud).
«“ En condiciones ideales las proteínas parcialmente hidrolizadas, que no deben pasar a la sangre, serían retenidas por el intestino para ser eliminadas por las heces. Pero siempre una parte pasa por la pared intestinal, hecho que se ve incrementado según las condiciones del intestino. Entonces el sistema inmunitario reacciona para eliminar los péptidos, ya que en la sangre no son útiles.
«“ En este punto comienza una respuesta inmunitaria para eliminar los péptidos: los linfocitos B fabrican anticuerpos (también llamados inmunoglobulinas) para que se peguen a los péptidos y no se puedan absorber y sean eliminados por el sistema linfático. Este hecho aparentemente simple da lugar a que se mantenga aquí una sobrecarga permanente del sistema inmunitario, ya que tomamos cantidades importantes de lácteos y además dificultan la absorción de otros nutrientes. Se trata de una línea de batalla constante que debilita al sistema, haciéndole vulnerable. Además el sistema linfático de la zona intestinal no funciona correctamente, por esta sobrecarga y por la acción de la pegajosa caseína en los folículos intestinales. Esto entorpece la asimilación de otros nutrientes. Se trata de un círculo vicioso.
«“ La importancia de esta cuestión radica en que no somos conscientes de la relación directa que hay entre los lácteos y las alergias, y entre los problemas que se generan en el sistema digestivo y sus síntomas no digestivos (alergias respiratorias, en la piel, mucosidad, resfriados frecuentes»¦).