Por generaciones hemos creído que, por su contenido en calcio, los lácteos constituyen una parte fundamental de nuestra alimentación. Efectivamente, el calcio lo es. Porque, junto con el fósforo y el magnesio, construye huesos y dientes sanos. Nos hicieron pensar que si no consumimos leche o sus derivados, estaríamos corriendo el riesgo de padecer enfermedades autoinmunes… como la osteoporosis. Pero ya ven, la ciencia también se actualiza y este concepto ha sido reevaluado. Debido a las conclusiones inversas, ahora nos vemos en la obligación de desmentirlo y darle la vuelta a esta creencia. La logística de varios estudios indica que el consumo de lácteos es totalmente opuesto a la fe que le hemos acomodado a la cuajada.
Ha habido muchos estudios sobre el aporte de calcio de los lácteos y la proteína animal. Los más recientes, han advertido que justamente la proteína animal «”la leche»” acidifica la sangre. Esto significa que baja el nivel pH en la sangre. Y en lugar de alcalinizar nuestra sangre, la acidifica cediendo lugar a cualquier tipo de enfermedad. Esta efeméride compromete al organismo. Porque el cuerpo, obviamente, va a buscar la forma de mantener un pH balanceado. Es nuestro sistema de defensa. Y esta adaptación provoca una enorme fuga de calcio ya sea de la ingesta, o bien, de la que ya se ha establecido en nuestro esqueleto. Lo que sucede es que nuestro cuerpo requiere del calcio como amortiguador… para elevar el pH. En términos menos grandilocuentes, entre más proteína animal ingieras, más será la merma de calcio y, por lo tanto, estarás aumentando las posibilidades de fracturarte o de tener osteoporosis.
Este veredicto cae como agua fría. Sobre todo después de ver tantos bigotes de leche en las revistas que aseguran que la leche le hace bien a tu cuerpo. Y lo peor del caso es que la ciencia ha estado al tanto de sus efectos colaterales desde 1920. Todas las indagaciones han mostrado la relación que existe entre el consumo de proteína animal y el estado ácido que produce en la circulación periférica. De los estudios más recientes, realizados por el Atkin» s Center, indican que al incrementar la ingesta de lácteos, proveniente de una dieta alta en proteína, los depósitos de calcio en la orina incrementan hasta 50%… y esto, en tan solo seis meses.
En otros 87 estudios «”todos administrados por The University of California, en San Francisco»” se contabilizaron las fracturas de vegetarianos y de aquellos que basan su ingesta en proteína animal, en 33 ciudades. Los resultados indicaron que conforme la ingesta de proteína animal aumenta, las fracturas también. Así pues, 50% de los mismos pacientes en investigación fueron sometidos a una dieta basada en plantas. Y después de seis meses la incidencia de fracturas disminuyó abruptamente. Otro de los estudios, realizados por la misma universidad, comparó a más de mil mujeres de 62+ años y descubrieron que aquellas que consumían productos animales padecían 3.7 veces más osteoporosis.
Creo que llegó el momento de desmentir el rol de los lácteos en nuestra dieta. Porque ya quedó científicamente comprobado que no son la estrella constructora de huesos sanos, sino la primera herramienta para destruirlos. El calcio que se obtiene de las plantas como el brócoli, la espinaca, la guayaba, el pimiento, las almendras y no tienen consecuencias en el organismo.