Los humanos somos los únicos animales que bebemos leche cuando somos adultos. Sin embargo, hace 8,000 años, nuestra tolerancia a los lácteos era diferente. Los humanos solo podíamos digerir la lactosa, un tipo de azúcar que contiene la leche, durante la niñez, ya que de adultos, se perdía la habilidad de producir lactasa, la enzima que nos permite procesar la lactosa.
Este cambio en nuestra dieta comenzó en Europa, poco después de hacerse, en algunas comunidades, la transición entre comunidad nómada y colectora a comunidad establecida y agricultora. Fue en ese momento cuando ocurrió, una mutación genética en los humanos, que resultó en la habilidad de producir lactasa durante nuestras vidas. Incrementando el número de adultos en la parte Centro y Norte de Europa que podían consumir y digerir leche. Dando lugar a los «dos pasos en la revolución de la leche que podrían ser el factor primordial que permitió a las comunidades de agricultores y pastores desplazar a las comunidades cazadoras y colectoras», especifica el artículo publicado enNature que cita al proyecto LeCHE (Persistencia de la lactosa en la historia cultural temprana de Europa). Desde 2009 el proyecto ha incluido a 12 estudiantes de posgrado y a sus mentores provenientes de disciplinas como: Antropología, arqueología, química y genética. El grupo tiene como propósito estudiar el papel que jugaron los lácteos en la colonización temprana de Europa.
Joachim Burger de la Universidad Mainz de Johannes Gutenberg, quien dirige el proyecto comentó, «Para apreciar la relevancia de nuestros descubrimientos, es importante darse cuenta que al día de hoy, una proporción mayor de habitantes de Europa central y norte, descienden de un pequeño grupo de agricultores del Neolítico, que tuvieron la habilidad de digerir leche fresca, después del destete» lo que brinda la posibilidad de consumir un alimento no disponible para otros, cuando las cosechas fallan. El descubrimiento se logró mediante el estudio de esqueletos del neolítico.
Hace 5,000 años, la persistencia de la lactasa era casi inexistente entre las poblaciones. Hoy en día solo 35% de la población humana puede digerir la lactosa más allá de la edad de siete u ocho años. La mayor parte de la gente que tiene la habilidad de digerir leche puede rastrear a sus ancestros en Europa, rasgo que parece estar ligado a un solo nucleótido, en donde la citosina cambia a timina en una región genómica, no lejos del gen de la lactasa. Existen otras mutaciones que son persistentes a la lactasa en el oeste de Ãfrica, el Medio Oriente y el sur de Asia, pero parecen estar ligadas a mutaciones separadas. La mutación Europea proponen que emergió hace 7,500 años en Hungría.
Los investigadores asumen que una selección extensa y positiva junto con migraciones recurrentes, son las responsables de este desarrollo, que en términos evolutivos, fue extremadamente rápido.
Entre los resultados más llamativos del grupo LeChe se encuentra la detección de residuos de grasa de leche en numerosas cerámicas del Neolítico y la habilidad de modelar el esparcimiento de selección positiva de la persistencia de la lactasa.