Tras dos días en los que hablamos sobre el primero de los derivados de la leche de vaca que suelen probar algunos bebés, la leche artificial, centrándonos en sus inconvenientes, hablaremos hoy de la leche artificial desde varios puntos de vista para tratar de aclarar cuantas dudas puedan surgir a aquellas madres que, por la razón que sea, están alimentando a sus bebés con este tipo de leche.
Tipos de leche artificial
Las fórmulas adaptadas se clasifican, quitando aquellas especiales cuyo objetivo es tratar algún problema en el bebé, como reflujo gastroesofágico o estreñimiento, en fórmula de inicio y fórmula de continuación.
Esta clasificación se realiza en Europa, donde la composición de estas fórmulas está regulada por el Comité de Nutrición de la Sociedad Europea de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica (ESPGAN) y por el Comité Científico para la Alimentación (CCA), de la Unión Europea.
En Estados Unidos y otros países, no puede realizarse dicha clasificación, básicamente porque la Academia Americana de Pediatría (AAP) recomienda un único tipo de fórmula para todo el primer año de vida, cuya composición es muy similar a la de inicio que tenemos aquí en Europa.
La fórmula de inicio
La fórmula de inicio o leche tipo «1» está destinada a cubrir las necesidades nutricionales de los recién nacidos hasta los seis meses, momento en que debe ser complementada con otros alimentos.
La fórmula de continuación
La fórmula de continuación de leche tipo «2» se utiliza a partir de los seis meses de edad, siendo más económica que la fórmula de inicio. Se trata de una leche con más proteínas que la de inicio y, por lo tanto, de una leche menos adaptada a los bebés (menos procesada). Es por esta razón que los bebés menores de seis meses no deberían tomarla.
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A partir de ese momento, los bebés tienen una mayor tolerancia a las proteínas y por eso pueden empezar a tomar estas leches, sin embargo sigue siendo más recomendable aquella que más se asemeje a la leche materna (los bebés de seis meses lactantes pueden seguir tomando leche materna sin problema alguno) y tenga menos cantidad de proteínas, que es la fórmula de inicio (al estar más procesada cuesta más cara).
Composición de la leche artificial
Tanto las fórmulas de inicio como las fórmulas de continuación aportan 60-75 kcal / 100 ml, que es el aporte medio de la leche materna. Muchas personas creen que las fórmulas de continuación aportan más calorías porque los bebés han crecido y necesitan más energía. Lo cierto es que esto no es así, ya que deben seguir proporcionando la energía que aporta la leche materna.
En cuanto a la cantidad de proteínas, suele oscilar entre 1,2 y 1,9 gramos por cada 100 ml. La leche materna tiene cerca de 1 gramo de proteínas por cada 100 ml, que es lo que requiere un bebé. Las fórmulas de inicio tienen un mínimo de 1,2 g porque al tratarse de proteínas con un valor biológico inferior es necesaria más cantidad para paliar dicha deficiencia.
Las fórmulas de continuación, al estar menos procesadas y adaptadas que las de inicio, tienen una cantidad mayor de proteínas, acercándose a los 2 gramos por cada 100 ml (hay fabricantes que sitúa la cifra cerca de 1,7 g/100 ml y otros que superan los 2 g/100 ml). Por suerte hace tiempo que la ESPGAN y otros organismos presionan para que los fabricantes disminuyan dicha cantidad de proteínas en las fórmulas de continuación pues se ha visto que los bebés y los niños toman más proteínas de las que deberían, provocando una sobrecarga renal de solutos e hidrogeniones, un exceso de ganancia de peso, etc.
Con respecto a los hidratos de carbono, las formulas adaptadas deben contener unos 5,4-8,2 g/100 ml. El principal carbohidrato es la lactosa, como en la leche materna, sin embargo una proviene de la mujer (se forma en la mama) y la otra proviene de la vaca, siendo la segunda peor tolerada por los bebés (que tienen que acabar tomando fórmulas sin lactosa si no la toleran).
Si hablamos de las grasas, debemos dejar claro que los bebés necesitan, tanto para crecer como para vivir, grandes cantidades de grasa. Las fórmulas adaptadas deben contener unos 2,9-4,1 g/100 ml. Esto quiere decir que las grasas deben suponer un 45-55% del aporte energético.
La absorción de la grasa de leche de vaca es menor que la de la leche materna (60% frente al 90%). La ESPGAN recomienda que la absorción sea de al menos un 85% y para ello recomienda que los ácidos grasos estén poco saturados (a más saturación peor absorción). El origen de la grasa (vegetal o animal) parece ser poco importante, ya que ambas son heterogéneas en cuanto a su composición de triglicéridos, ácidos grasos y vitaminas liposolubles.
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Sobre las grasas trans, se recomienda que su concentración sea la menor posible (menos del 6% del aporte de grasa), por lo que se desaconsejan las grasas hidrogenadas en la fabricación de las fórmulas (yo personalmente sí he visto grasas hidrogenadas en la composición de alguna leche artificial).
La CCA limita los ácidos grasos trans al 4% y establece que la suma de ácido palmítico y láurico sea inferior al 15% por los posibles efectos aterogénicos (crear placas de ateroma que se depositan en las arterias).
Si hablamos de minerales y oligoelementos cabe resaltar que las necesidades de sodio en los niños son superiores a las de los adultos, pero les cuesta excretarlo. Por esta razón la concentración de sodio, cloro y potasio tiene que ser muy inferior a la existente en la leche de vaca para asemejarse a la leche humana. La suma de los tres no puede superar los 50 mEq/l.
La absorción de calcio se ve afectada por la ingesta elevada de grasas y fósforo. Además, el calcio de las fórmulas adaptadas se absorbe peor que el de la leche humana, por lo que el contenido no debería ser inferior a 60 mg/100 kcal.
Tanto la leche humana como la leche de vaca tienen poco hierro, aunque el de la leche materna es altamente biodisponible (70% frente al 30% de la leche de vaca) y por ello se absorbe mucho mejor.
La leche de fórmula debe contener un mínimo de 1 mg de hierro por 100 kcal, aunque la AAP recomienda 1,8mg/100 kcal.
Por qué existen las fórmulas de continuación
Si os fijáis, al hablar de la composición de las leches las directrices son iguales tanto para la fórmula de inicio como para la de continuación, a excepción de la cantidad de proteínas y algún otro elemento con pocas diferencias (las fórmulas de inicio deben tener entre 40 y 70 mg/100 ml de Calcio y las de continuación >60, por ejemplo).
Si tenemos en cuenta que existe presión para que los fabricantes disminuyan la concentración de proteínas de las fórmulas de continuación, para aproximarse cuanto más mejor a la concentración existente en las fórmulas de inicio, parece poco lógico que a los seis meses se cambie de leche por otra que trata de asemejarse a la primera.
La realidad es que la leche de continuación existe solamente como respuesta a una necesidad comercial y económica. Por un lado, para aliviar los bolsillos de los padres que alimentan a sus hijos con leche de fórmula, ya que la de continuación es más barata que la de inicio y por el otro, porque el Real Decreto 867/2008 que regula en España la comercialización de sucedáneos de la leche materna prohíbe la publicidad de las fórmulas de inicio, pero no la de las formulas de continuación.
Si las fórmulas de continuación no existieran las marcas no podrían publicitar sus leches de ninguna manera. Así, con la aparición de estas leches a partir de los seis meses (algunas marcas más atrevidas y menos comprometidas con la salud de los niños las recomiendan incluso a partir de los cuatro meses) los fabricantes pueden hacer tanta publicidad como quieran de sus leches tipo 2 para, de un modo indirecto, publicitar las tipo 1, que vienen envasadas en botes exactamente iguales con la única diferencia del número «1» para las de inicio y «2» para las de continuación.