La alergia a la proteína de la leche de vaca es la más común entre las inducidas por alimentos durante la primera infancia. Suele confundirse con la intolerancia a la lactosa
Cólicos, estreñimiento, reflujo, noches sin dormir…son algunas de las situaciones más habituales por las que atraviesan los bebés recién nacidos y de las que todo padre sabe que no debe preocuparse. Pero, ¿qué ocurre cuando los bebés presentan cólicos, reflujo, diarrea, estreñimiento, gases, tos crónica, goteo nasal y sibilancias? O bien dificultad para respirar, sangrado rectal, erupciones cutáneas hasta anafilaxia. Se trataría, claramente de un caso de consulta urgente con el pediatra. Y casi con seguridad de un cuadro de alergia a la proteína de leche de vaca.
Este tipo de reacciones y su gravedad, que varía de un bebé a otro, depende del grado de sensibilidad individual a la proteína de leche de vaca.
La alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV) es la alergia más común entre aquellas inducidas por los alimentos durante la primera infancia. Registra una incidencia entre el 2% y el 3%.
Estudios recientes indican que el comportamiento de esta alergia está cambiando, al observarse un aumento en su incidencia y persistencia hasta edades más avanzadas. Es por eso que este padecimiento fue uno de los temas centrales abordados durante el Primer Encuentro Latinoamericano de Alergias que se llevó a cabo en Buenos Aires.
Entre los expositores se destacó la presencia del doctor Roberto Berni Canani, investigador y profesor de la Universidad Federico II de Nápoles, Italia, quien basó su ponencia en las nuevas evidencias y avances respecto del manejo clínico de la APLV, a través de la adquisición de la tolerancia. Según las investigaciones realizadas por Canani, la adición del probiótico Lactobacilius rhamnosus GG (LGG) a una fórmula de caseína extensamente hidrolizada demostró acelerar la adquisición de tolerancia a la proteína de la leche de vaca en 80% de los niños con este padecimiento en el plazo de un año, en comparación con otros tipos de fórmulas.
Así es que conforme a las más recientes guías clínicas de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica se recomienda que los lactantes que son diagnosticados con APLV y que no son alimentados a través de lactancia materna exclusiva, se les suministre una fórmula de proteína extensamente hidrolizada como primera opción, pues demostró ser bien tolerada.
Consultado por Infobae por qué es importante llegar cuanto antes al diagnóstico de APLV, el médico pediatra mexicano Jorge Higuera (número de certificación 11167) explicó que la importancia de la detección a tiempo radica en «evitar complicaciones que pueden disminuir la calidad de vida de los pacientes así como detener la marcha alérgica, esto quiere decir evitar que se conviertan en adultos con problemas alérgicos crónicos».
En ese sentido, tras remarcar que «los síntomas de alergia a la proteína de la leche de vaca pueden ser muy variados» y que lo primero que se debe tomar en cuenta son los antecedentes familiares de alergia en la familia, puntualizó que «los órganos que más frecuentemente se ven involucrados en lactantes menores con APLV son los gastrointestinales, por lo que el niño suele presentar reflujo gastroesofágico persistente, cólico del lactante persistente y diarrea con moco y sangre y la piel, lo cual se manifiesta en dermatitis atópicas. Cuando el niño es un poco más grande pueden presentarse problemas en vías respiratorias, como dificultad respiratoria y sibilancias».
El director médico regional para Latinoamérica de Mead Johnson Nutrition® explicó que el tratamiento, cuando el niño es lactante consiste en «continuar con leche materna pero la madre debe eliminar de su dieta la leche de vaca y sus derivados y en caso de tener que complementar la leche materna la primera opción recomendada en la mayor parte de los casos es usar una fórmula extensamente hidrolizada». «Existen algunos estudios que están mostrando algunas ventajas con el uso de una fórmula extensamente hidrolizada con el probiótico LGG y en casos graves la primera opción debe ser una fórmula de aminoácidos libres», destacó.
«La adquisición de tolerancia a la proteína de la leche de vaca a una edad más temprana permite a los niños recibir una alimentación normal para su edad -continuó Canani-. De esta manera se disminuyen significativamente los efectos adversos que una dieta restrictiva puede ocasionar en la salud de los pacientes».
Sobre ese punto, y tras asegurar que los primeros síntomas suelen aparecer durante los primeros meses de la vida, Higuera resaltó que «la introducción de los alimentos en general es muy similar al resto de los niños; sólo se debe ser muy cuidadoso y evitar darle leche de vaca y sus derivados».
Y subrayó que «en caso que el niño necesite llevar una dieta libre de lácteos por un período prolongado debe consultar a su pediatra sobre la posibilidad de ingerir suplemento de calcio».
¿Es lo mismo la alergia a la proteína de la leche de vaca que la intolerancia a la lactosa?
No rotundo. Deolinda Scalabrin, alergóloga pediatra brasileña y especialista en el tema, señaló durante el encuentro que aunque habitualmente se confunde un padecimiento con el otro, son dos casos totalmente diferentes.
Y añadió: «la alergia a la proteína de la leche de vaca es un padecimiento multifactorial, es decir puede depender de varios factores distintos, como por ejemplo: predisposición genética, componentes de la microbiota intestinal, nacimientos prematuros, partos por cesárea, entre otros. Mientras que, los bebés que son intolerantes a la lactosa tienen dificultades con la actividad de la enzima necesaria para digerir este azúcar».
La alergia a la proteína de leche de vaca y la intolerancia a la lactosa comparten algunos síntomas, como el dolor abdominal y la diarrea. Pero a diferencia de la alergia a la proteína de leche de vaca la intolerancia a la lactosa no involucra el sistema inmunológico y no causa reacciones alérgicas como urticaria, erupciones en la piel, o problemas para respirar.