La leche es una secreción que aunque parezca identica en todas las especies en cuanto a color y textura tiene una constitución que varía de acuerdo al requerimiento de las crías de cada mamífero. El porcentaje y tipo de grasas, proteínas y carbohidratos son específicos para cada especie y varían a lo largo de los meses de lactancia. Una vez que la cría alcanza un desarrollo suficiente para alimentarse de manera autónoma, la leche es abandonada y jamás volverá a ser utilizada en la edad adulta»¦salvo por el hombre.
El ser humano es la única especie animal que se alimenta con la leche de otros mamíferos (en especial la de vaca) y que prolonga su consumo por el resto de su vida. Al tomar un vaso de leche no sólo ingerimos hormonas de crecimiento específias para los bovinos y glóbulos de proteína que son difíciles de digerir (porque están adaptados al crecimiento del ternero), también consumimos las hormonas sintéticas y los antibióticos que se les administra a las vacas para aumentar su producción o curar sus infecciones, es especial la mastitis producida por las largas horas de ordeño.
El consumo de leche genera en el ser humano toda una serie de problemas. En primer lugar hace que el intestino se vuelva más permeable, lo que favorece la entrada de las moléculas de proteína mal digeridas al torrente sanguíneo, y conlleva a que el sistema inmunitario envié constantemente señales de ataque. A consecuencia, ocurren inflamaciones crónicas, alergias y, con el tiempo, el propio sistema inmune acaba debilitándose. La leche produce mucha mucosidad y un sistema digestivo cargado de moco bloquea la absorción de nutrientes, impide la digestión y congestiona el sistema respiratorio, lo cual contribuye al crecimiento de bacterias y hongos que causan infecciones crónicas. Por eso, la fiebre del heno, el asma, la bronquitis, la sinusitis, los resfriados, el goteo nasal, las infecciones de oído, y los problemas digestivos están muy relacionados al consumo de productos lácteos.
¿Por qué entonces consumimos leche? Lo hacemos porque detrás del consumo hay una industria y una maquinaria de márketing que constantemente nos repite que los niños necesitan consumir leche de vaca para crecer y los adultos mayores para prevenir enfermedades como la osteoporosis, en teoría, por las altas dosis de calcio que contienen los lácteos. Si esto fuera cierto, no existirían países donde no se consume y la gente no tiene problemas de este tipo, como por ejemplo en China, donde los lácteos no son parte de la dieta y la incidencia de osteoporosis es mínima en comparación a la de Estados Unidos, uno de los países de mayor consumo de lácteos del mundo y, curiosamente, una de las poblaciones con mayores índices de osteoporosis.
La verdad es que estudios realizados por las mejores universidades del mundo, como Harvard (Estados Unidos) Cornell (Estados Unidos), Oxford (Inglaterra), entre otras, comprueban que los lácteos no ayudan a mantener los huesos fuertes y que, en realidad, se puede minimizar el riesgo de osteoporosis reduciendo el consumo de sodio y proteína animal en la dieta (los lácteos entre ellas), aumentando el consumo de frutas y verduras, haciendo ejercicio, y asegurando un adecuado consumo de calcio procedente de vegetales verdes, las legumbres, las algas y los frutos secos. Cien gramos de semillas de sésamo contienen aproximadamente 975mg de calcio, es decir, casi nueve veces más que 100 mililitros de leche, que tan sólo contienen 119mg de calcio.
Por suerte hoy en día hay cada vez más alternativas a la leche y sus derivados. Existe una larga lista de leches a base de soja, de almendras, de avellanas, de cereales como la avena, el arroz, la quínoa y hasta el kamut que podemos utilizar. ¿Qué usar en vez de queso en mis ensaladas? El tofu (queso de soja) marinado con especies y aceite se sésamo es una deliciosa alternativa. ¿Con que hacer una salsa cremosa? Mi favorita es la leche de coco, súper cremosa y muy rica en nutrientes, le da no sólo un sabor tropical y único a las comidas sino que añade esa cremosidad que se busca con las natas de leche.
En conclusión, los lácteos nos traen más problemas que beneficios y pensar que son indispensables para la salud humana no es más que un mito. Llevando una alimentación rica en cereales integrales, frutas, verduras, legumbres, frutos secos, semillas y proteínas de alta calidad, no es necesario consumirlos.