A paso lento pero firme, el mercado local del frozen yogurt da signos de crecimiento y así se gana un lugar entre los consumidores de helados tradicionales. A menos de tres años de su aterrizaje en el país, el yogur helado se perfila como una tendencia de alta rentabilidad en el mundo de la gastronomía. La masividad de este producto de origen surcoreano en los Estados Unidos y en buena parte de Europa, sumado a que la Argentina es el primer consumidor de yogurt clásico en Latinoamérica, determinan que estemos frente a un postre que llegó para quedarse.
El frozen yogurt se presenta con las banderas de la alimentación rica y saludable al mismo tiempo, sin grasa y de bajas calorías. Las proyecciones para 2012 indican que la facturación de las principales yogurterías alcanzaría los $3 millones, mientras que las empresas medianas redondearían $2 millones. «Nuestras previsiones nos permiten suponer que este mercado podría mover $300 millones en un plazo de cinco años», afirma Ilana Messing, empresaria especializada en Finanzas y CEO de la cadena pionera en la Argentina, Top It.
El terreno del frozen yogurt comenzó a ensancharse en el país de la mano de Danone. En menos de un año, el holding lácteo francés que comparte con Mastellone Hermanos el uso comercial de La Serenísima «“y capitaliza el 70% el mercado de yogurt»“ abrió cinco tiendas en shoppings de Capital y del conurbano bonaerense. Para este desembarco, Danone estableció un acuerdo con el grupo empresario gastronómico New Delicity, un experto del retail alimenticio que maneja 49 locales propios y otros 15 de Tenttíssimo. Otras empresas bien posicionadas que ya operan en el país son Top It, PinkFrost y, en menor escala, las locales de Yogurcity y de Frenzy Natural Bar. En Rosario, hacen pie FreeOh y Yogurmax.
Consultado por la rentabilidad del mercado, Facundo Etchebehere, director de Asuntos Corporativos de Danone, informó a iEco , tomando como punto de partida el historial del local emplazado en Dot Baires (el primero de Danone de este tipo en la Argentina), que la facturación del primer semestre de 2012 cerraría «por arriba del 50% respecto del año anterior». Direccionadas a consolidar la marca y potenciar las ventas, Top It (con sus tres locales en la Capital) y PinkFrost en Devoto Shopping, se posicionan como sus competidores directos.
Escudadas en el peligro real de la estacionalidad, la mayoría de las yogurterías también prestan servicio de cafetería. No ocurre lo mismo en las tiendas de Top It, la primera en abrir tras una inversión de US$100.000. «El frozen aún no está explotado y comercializar otros productos complicaría el negocio», opina la fundadora de esta empresa.
Un rasgo común: en todas las cadenas del sector, el postre milenario a bajas temperaturas combina sus distintos sabores con el complemento de los toppins (aderezos), que van desde frutas de estación a distintas salsas y cereales variados. La forma de la entrega diferencia a las competidoras: están las que comercializan el frozen en porciones de hasta un kilo y otras mediante el autoservicio (el cliente pesa su pote de yogurt helado). Además de estar determinada por la receta, los insumos y la materia prima, la calidad final necesita de una elaboración técnica compleja: al ser golosinas descremadas y bajas en grasas, su proceso no puede prescindir de una maquinaria perfectamente ajustada y en condiciones. Es por ello que los competidores del mercado se inclinan por máquinas estadounidenses o italianas, y evitan los aparatos chinos ensamblados en México.
La adquisición de una máquina nueva de este tipo cuesta hoy entre US$13.000 y US$30.000 o más, dependiendo siempre de la capacidad y el rendimiento en litros por hora. Los inversores en frozen dicen que su valor se recupera al poco tiempo y que es poco dinero la diferencia entre nuevas y usadas (no más de US$3.000). A la hora de la carta, el precio medio de este postre varía entre los $40 y los $25. Si bien engloba a todo tipo de consumidores, es un segmento con alta participación de los más jóvenes. «El prototipo de nuestros clientes mayormente son mujeres jovenes ABC1, aunque los hombres se adhieren cada vez más», precisa Etchebehere. Sin recurrir a estrategias publicitarias sofisticadas, muchas aprovechan el perfil del consumidor joven, que utiliza las redes sociales para la transmisión del look and file de la marca.
Las yogurterías también son un mercado atractivo para las franquicias. Top It se prepara para lanzarse en esta modalidad. El costo inicial de una franquicia de yogures helados llega a los US$100.000 en un local de 100 metros cuadrados con entre 5 y 7 empleados, dependiendo del lugar físico y del potencial de venta. «Nuestra idea es comenzar con locales de apenas 40 metros, incluyendo depósito. Son tiendas reducidas, pero puramente enfocadas a un producto de calidad. Limitar el negocio a un solo eje tiene muchísimo sentido en este mercado: el frozen aún no está explotado y comercializar otros productos complicaría el negocio», advierte la gente de Top It. La Serenísima, en cambio, al momento no cuenta con el sistema de franquicias.
El empresario y socio de Yogurcity, Oscar Carabelli, cuenta que en menos de un año recibió cerca de 400 pedidos de franquicia, pero considera que «todavía no es el tiempo adecuado». De todos modos, evalúa a largo plazo «lanzar dos tipos de franchising: Yogurcity express, abasteciendo al franquiciado de la maquinaria técnica necesaria e insumos y materia prima; y la absoluta, con el traspaso total del know how «, que eleva el producto a cero grasas, cero azúcar, y de bajas calorías: 90 en 100 gramos.