LECHE Y OSTEOPOROSIS

Osteoporosis significa «hueso poroso».

Es una alteración del metabolismo en la que se forma menos hueso del que se destruye.

La osteoporosis se mide con la densidad de masa ósea. Como es natural, con la edad los huesos están sometidos a un envejecimiento fisiológico, al igual que el resto del organismo. Se considera normal una pérdida de un 10 ó 15% de hueso y osteoporosis las pérdidas de más de 30%, y que además suele ocurrir de forma prematura.

El problema de la osteoporosis es el riesgo de fracturas.

La osteoporosis es una de las llamadas «enfermedades de la civilización», es un problema de salud, no una consecuencia normal del envejecimiento, como se tiende a creer.

Leche y Osteoporosis

Diferencia entre un hueso sano con uno con osteoporosis

Causas de la osteoporosis

Desde hace tiempo se vienen dando explicaciones que justifican por qué los huesos pierden sus minerales de modo anormal. La única certeza es que hay una relación directa e incuestionable entre osteoporosis y consumo de productos lácteos. Esto se está relacionando al desgaste de la capacidad de las células del hueso para incorporar calcio:

Las células responsables de la formación y mantener la estructura del hueso son:

Los osteoblastos son las células que en el hueso segregan constantemente una sustancia gelatinosa, la «matriz ósea», compuesta en su mayor parte por colágeno sobre el que se depositan luego pequeños cristales de hidroxiapatita, un mineral compuesto, sobre todo por fósforo y calcio. La mezcla de la matriz ósea con este mineral es capaz de fraguar como el cemento, formando como un encofrado, de unas cualidades excelentes: es extraordinariamente duro y a la vez conserva cierta flexibilidad (si no el hueso se quebraría con facilidad, como si fuese una tiza).

Los osteoclastos son células mucho más grandes y especializadas en la función contraria: se «comen» el hueso, es decir, lo reabsorben. Pueden disolver la mezcla y extraer sus componentes, que pueden volver a utilizarse. Liberan el calcio a la sangre, destruyen hueso e intervienen en la remodelación ósea.

Pero resulta que estas células, como las del resto de nuestro organismo, envejecen: más cuanto mayor sea el uso a que se someten. Si aceleramos y forzamos sus funciones se produce un envejecimiento prematuro. De igual modo que las células de la piel envejecen más cuanto más se las somete a la agresión del sol, las células óseas se desgastan más cuanto más calcio reciben. Y los osteoblastos son más sensibles al desgaste que los osteoclastos.

El osteoblasto tiene un límite de uso, es decir, que llega un momento en que ya no puede ejercer más su función y muere. Entonces es reemplazado por un nuevo osteoblasto, pero esto también tiene un límite: es decir, que hay una tasa de renovación celular, y llega un momento en que no pueden reproducirse más (igual que las personas, que las bacterias o que cualquier otra célula del organismo).

Está programado el número de veces que una célula puede ser reemplazada, y cuando se agota, se pierde esa función. Cuando ésto ha ocurrido habrá una carencia de estructura sobre la que construir hueso nuevo, y sin embargo, el que hay seguirá descomponiéndose: el hueso se va haciendo más poroso.

¿Acaso la naturaleza ha cometido un error con nosotros?

Se podría pensar que estamos «mal hechos», ya que perdemos la capacidad de incorporación de masa ósea.

Resulta que nuestro organismo está diseñado para recibir el mayor aporte de calcio durante los dos primeros años de vida, la época de la lactancia. A partir de entonces el organismo está preparado para funcionar perfectamente con el aporte de calcio de la alimentación SIN LACTANCIA.

Y la leche de la madre contiene, por supuesto, todo el calcio que el niño necesita durante los dos primeros años de vida. Observemos que la leche de la madre tiene 32 mg de calcio/100 ml, y la de vaca 120 mg/100 ml (para cubrir las necesidades de los terneros). Las mayores necesidades de calcio de nuestra vida están cubiertas con un alimento con un contenido en calcio cuatro veces inferior al recomendado. ¿Acaso la naturaleza se ha equivocado? ¿No nos estaremos equivocando nosotros en nuestro empeño de prolongar la lactancia durante toda la vida y además lactando de otra especie animal, a modo de terneros?

Es decir, está comprobado que en aportes de calcio de 200 ó 300 mg al día no existe la osteoporosis. Esta es la cantidad de calcio que se ingiere en países que no consumen productos lácteos, la que consume cualquier persona mediante una dieta equilibrada y sin lactancia indefinida. Tengamos en cuenta que un vaso de leche ya contiene 300 mg de calcio. Si a esto le sumamos el consumo de quizás más de un vaso de leche al día, yogur, queso, y además los 200 o 300 mg que ya tomamos con el resto de alimentos y con el agua, vemos que estamos sobrecargando nuestro organismo, con aportes de 700, 800, 1000″¦ mg/día, que es el consumo medio de las personas que toman lácteos en su dieta. Y eso sin hablar de las personas que toman suplementos de calcio en comprimidos, que son de 1000 o 1200 mg.

Cuando se consumen productos lácteos, la densidad de masa ósea es buena durante un tiempo, pero el organismo se agota, y desciende prematuramente. Cuando no se consumen productos lácteos la densidad de masa ósea se mantiene en buenos niveles durante toda la vida, produciéndose una pérdida de masa ósea fisiológica con el envejecimiento.

Por esta razón la densidad de masa ósea (lo que se mide en las densitometrías) no es tan fiable, ya que la misma densidad en una persona que ha tomado muchos lácteos corresponde a un hueso con poca capacidad de incorporar calcio, desgastado y en una persona que no ha tomado lácteos corresponde a un hueso que mantiene en buen estado su matriz y sus células y puede seguir manteniendo su estructura.