Cómo armar una rica mesa de quesos y como armonizarla con los vinos correctos

¿Nunca pensó en incluir esta exquisitez como centro de una celebración? Error, queda más que bien y seguro será recordada.

Una ocasión especial en casa, una celebración, una cena con muchos invitados, cualquier excusa es buena para poner una mesa de quesos. Se trata de una opción excelente, pues deja muy buena impresión si se prepara bien y, además, no implica mucho esfuerzo dejarla bien presentada.

Para preparar una buena mesa de quesos primero debemos definir qué quesos elegiremos. En la medida que la mesa tenga más variedad, más vistosa se verá.

Para presentarlos pueden ayudar distintos elementos, como tablas de madera (nunca de plástico), envases de cerámica, de cristal o, si se quiere poner más imaginación, grandes hojas verdes bien lavadas. También puede ayudarse de bases con pies de diferentes alturas para dar sensación de dinamismo. Lo importante es que haya un espacio suficiente entre los quesos para que se puedan servir de una manera adecuada.

Además de elegir dónde se pondrán los quesos, debe definirse cómo se los presentará. Según su forma, puede cortarlos en triángulos, círculos, dejar unas cuantas porciones cortadas y el resto del queso al lado de éstas.

También es importante la disposición de los mismos en la mesa. Puede hacer un recorrido de derecha a izquierda poniendo al inicio los quesos más suaves y al final los más fuertes, para ser degustados después; o disponer los primeros en la parte más exterior de la mesa y los segundos al fondo.

Es importante también en una mesa de quesos, con qué los vamos a acompañar. Además de distintos tipos de panes, -de granos, hierbas o especias-, deben ponerse otros complementos como tomates cherry, aceitunas y algunas frutas, como uvas, manzana, peras y fresas, u otros productos como nueces, almendras o ciruelas disecadas.

Para acompañar una mesa de quesos lo ideal son los vinos tintos. Pero el vino blanco o el rosado se acompañan con quesos suaves como el ricotta, feta, mozzarella, crema y de cabra. Para los vinos tintos se usan el cheddar, el cantal, el gruyere o el parmesano, o cualquiera que sea de sabor fuerte. Cuando el queso forma parte de un plato muy condimentado, como la pizza, podrá acompañarse con vino tinto. Los quesos de sabor más complejo y cremoso necesitan de una combinación especial, cuyo sabor y acidez estén igualados, como sucede con el sauvignon blanc. Los quesos Brie quedan mejor con un vino tinto afrutado, como un pinot noir, e incluso un blanco y complejo como el chardonnay. Los quesos nunca decepcionan.

Quesos semiblandos

Los quesos semiblandos son excelentes con panes neutros como la baguette, el francés o la focaccia. Y se acomodan mejor a un vino blanco con cuerpo o un tinto algo afrutado. Cuando son más firmes y de sabor más definido combinan mejor con un merlot. Los quesos de corteza perfumada también se recomiendan sobre panes neutros. Estos quesos son ideales para una cerveza o un tinto intenso. Los llamados quesos azules deberían servirse en pequeños trozos sobre panes blancos; los suaves requieren un vino como el rosé o el chenin blanc. Los más fuertes se acompañan de tintos robustos e intensos, como el sirah. Los quesos duros vienen bien con panes blancos: son magníficos para disfrutarlos. Y como el sabor de estos quesos va desde el suave al penetrante, casi cualquier vino puede hacer buena pareja con ellos. Pero no debemos olvidar un detalle fundamental: cuanto más fuerte sea el queso, más cuerpo deberá tener el vino.

En los suaves queda bien un tinto afrutado como el merlot; los de sabores medianos combinan a la perfección con un cabernet sauvignon salteño.

Se recomienda que estos quesos fuertes se sirvan con un cabernet sauvignon o sirah, mientras que los extrafuertes combinan mejor, cosa increíble, con el dulzor de los vinos fortificados. El queso de cabra de los Valles, por supuesto, con un excelente torrontés calchaquí. ¡Y a disfrutar!