Con los helados no se juega

Luces y sombras. Como todos los alimentos, los helados tienen aspectos positivos y negativos. Entre los benefi cios se encuentran su aporte de calcio, vitaminas y proteínas – siempre y cuando sean helados de leche-; la parte menos buena está representada por las grasas saturadas, las menos saludables, el elevado nivel de azúcar y su aporte calórico, que aunque es moderado se debe controlar.

Por lo tanto, teniendo en cuenta que los niños van a comer helados este verano, lo mejor es estar alerta, conocer los pros y los contras, elegir el más adecuado y moderar su consumo. Alejandra Gutiérrez, dietista del hospital de niños Sant Joan de Déu, lanza un consejo a los padres: «Que no los tengan en el congelador de casa, ya que si están a mano es fácil caer en la tentación de reemplazar una fruta o una verdadera merienda por un helado más a menudo de lo que deberíamos». Gutiérrez defi ende el consumo de helados entre el público infantil para ayudar a introducir otros alimentos. Pone como ejemplo servir de postre un tazón con fresones cortados y una bola de helado.

En el caso de consumir un helado como merienda, aconseja que éste sea de leche, ya que aporta calcio y proteínas, pero no su consumo diario. «A la hora de leer las etiquetas deberíamos fi jarnos en que no abunden las grasas saturadas, ya que su abuso no es recomendable porque son las menos saludables», añade. En su opinión, lo óptimo sería tomar helado una o dos veces a la semana y mejor si es de base láctea. Pero lo que los padres deben tener muy presente, según Gutiérrez, es que los helados no deben ser nunca sustitutivos ni de la fruta ni de la merienda.

Tradicionalmente se ha asociado el consumo de helados al postre o a la merienda, sobre todo de los más pequeños de la casa, pero no tiene por qué ser así. Es más, este dulce no puede desplazar el consumo de fruta a la hora del postre. No obstante, en El libro blanco de los helados,coordinado por M. ª Carmen Vidal, doctora en Farmacia y catedrática en Nutrición y Bromatología de la Universitat de Barcelona, se afi rma que «el helado puede ser una merienda adecuada, o incluso parte de una comida o una cena, así como un tentempié respetable; en defi nitiva, el consumo de helados es un placer que nos podemos permitir mientras lo situemos en sus límites razonables». En este sentido, añade que un niño completamente sano que siga una dieta diaria equilibrada, en la que no falten frutas y verduras, puede comer un helado diario sin que ello suponga ningún problema. No es el caso de niños con problemas de obesidad, que sí deben moderar su consumo. Lo más conveniente es integrar los helados dentro de las comidas habituales y no entre horas. Si se consume como postre, debe alternarse con la ingesta de frutas. En ningún caso deben sustituir a las frutas, pero pueden ser una buena alternativa de postre si en el primer plato o en el segundo predomina la presencia de vegetales.

Los helados se dividen en dos grandes grupos: los que están elaborados a base de leche (crema, leche, leche desnatada y los de grasa vegetal) y los de base de agua (los polos y los sorbetes). Entre los benefi cios de los helados con base de leche está su gran aporte de calcio y de proteínas de alto valor biológico. Por este motivo, se consideran alimentos adecuados para los niños y adolescentes. Pero hay que tener cuidado porque aportan una cantidad signifi cativa de azúcares y grasas.

No es el caso de los de hielo, que como no proceden de la leche no contienen ninguno de sus nutrientes. Estos polos de llamativos colores y sabores variopintos poseen un escaso aporte calórico (entre 68 y 139 calorías por 100 ml) si se comparan con los de crema. Hay que tener en cuenta que el ingrediente principal del polo es el agua, en un 90% de la composición total. Y lo más destacable es, proporcionalmente, su elevado contenido en azúcar. «El frío tiene un efecto anestésico que disminuye la percepción del sabor, por lo que los fabricantes añaden más azúcar para potenciarlo», alerta Alejandra Gutiérrez. Y añade que «no pueden considerarse fuente de vitaminas, minerales o fibra, porque apenas tienen». El hecho de que los polos luzcan colores similares a las frutas es debido a la utilización de compuestos artifi ciales como colorantes, aromatizantes, acidulantes y estabilizantes. Pero esto no signifi ca que se haya incorporado pulpa o zumo de fruta.

Mientras los nutricionistas advierten de que los helados con base de agua son, en resumidas cuentas, agua con azúcar, los fabricantes de helados aducen que tienen un importante contenido en fruta. Andrés Núñez, jefe de marketing de Frigo y Ben & Jerry´s, explica que, por ejemplo, el Calippo – el líder en ventas- contiene un 15% de zumo de fruta, y el Solero, un 25%. No obstante, los nutricionistas recomiendan un consumo esporádico de polos porque consideran que tienen un escaso valor nutricional y, en cambio, aportan mucho azúcar y aditivos artifi ciales. Y alertan de que, aunque refrescan en los momentos de calor, no quitan la sed debido al azúcar que llevan. Por esta misma razón, tampoco convienen a quienes quieren adelgazar.

Entre los helados más nutritivos para los niños los expertos recomiendan los de base láctea, que son los que aportan más calcio con menos calorías. El consumo de unos 100 gramos puede cubrir un 15% de las necesidades diarias de calcio. Por este motivo, es aconsejable sobre todo en niños que no toman leche ni queso ya que el aporte de calcio de 100 ml de algunos helados de leche es comparable al de 100 ml de leche. Pero ¡ojo! también aportan mucho azúcar, que es el principal inconveniente de los helados desde el punto de vista nutricional. En algunos casos, incluso, se acercan al máximo recomendado, entre el 60% y el 90% dependiendo del helado. Según la nutricionista Susana del Pozo, miembro de la Fundación Española de la Nutrición, «los helados de base láctea son productos dulces cuyo aporte en hidratos de carbono corresponde casi exclusivamente a azúcares como la lactosa y otros añadidos. Los helados contienen aproximadamente un 25% de su peso en azúcares».

En la línea que recomiendan los nutricionistas, Núñez añade que entre los helados más vendidos para el público infantil se encuentra el minimilk, un histórico, que «contiene un 70% de leche fresca». Con todo, Frigo vende más helados de agua que de base láctea capitaneados por Calippo (de lima y fresa) y Twister. A la hora de incorporar sabores nuevos, Núñez explica que «los niños son muy clásicos en sus gustos y siempre eligen entre nata, fresa y chocolate; rechazan los sabores extraños».

Aunque no son alimentos hipercalóricos no debe abusarse de ellos. Por lo general, el contenido energético es inferior al considerado como umbral (300 kcal/ 100 g). Los que menos calorías tienen son los de hielo, que tienen entre 68 y 139 kcal; en cambio, los más calóricos son los de crema, que oscilan entre las 180 y las 329 kcal. «Un helado de leche supone un aporte calórico de entre un 5% y un 12% de las cantidades diarias recomendadas; y uno de agua o sorbete apenas alcanza el 10%», dice Vidal. Esto, en el caso de los niños no es tan perjudicial como en los adultos, ya que durante la niñez existe una gran demanda de energía para hacer frente no sólo al crecimiento, sino a la actividad física propia de esta etapa.

Otros de los preferidos por los niños son los que llevan cobertura de chocolate, que incrementa el valor energético hasta alcanzar entre 64 y 116 kcal (por 100 gramos) más que los que no la incorporan. Pero por el contrario los que tienen cobertura de chocolate contienen una grasa de mejor calidad, más cardiosaludable.

Para conseguir helados menos grasos y sin tantas calorías los fabricantes se han lanzado a elaborar productos light. Pero éstos tampoco son la panacea, ya que se utilizan los mismos ingredientes en distinta cantidad – con lo que se añade menos grasa- y como resultado aportan un poco menos de calorías, menos de la mitad de grasa, pero la misma cantidad de azúcar.

La nutricionista Alejandra Gutiérrez alerta de que no debemos engañarnos con los helados light, ya que también son muy calóricos porque lo único que hacen es reducir grasas pero no azúcares. En este sentido, el jefe de marketing de Frigo reconoce que el concepto light en helado no funciona «porque tiene un componente de placer muy irracional que te devuelve a la infancia, es un mundo de niños donde no tiene sentido el concepto light». Abundando en esta idea, la doctora Vidal argumenta que «podría hablarse de una dimensión afectuosa, ya que pocos alimentos son capaces de transmitir la sensación de ´idealidad´ que desencadena tanto a nivel físico como mental tomar un helado».

Según un informe de la publicación Consumer. es Eroski, los calificativos light o ligero no implican que estos alimentos sean poco calóricos, ya que si bien aportan menos energía, siguen aportando grasas y azúcares en cantidades signifi cativas. «Por ejemplo – añade el informe-, dos bolitas de helado light, 50 gramos, suministran similar cantidad de azúcar que un sobre de azúcar, y en grasa, la misma cantidad que 100 gramos de solomillo de ternera». Además, alerta de que el consumo de estos helados «no es especialmente idóneo para quienes quieren adelgazar, los que tienen colesterol o los diabéticos».

Entre los formatos que más gustan a los pequeños están los clásicos de palo o los push up – el método del Calippo, que se apreta por abajo y sube el helado-. Entre las tendencias que triunfan entre este público destacan los helados que se convierten en juguete o que incluyen algún detalle. «Se incrementa el tipo de polos o helados que llevan algún gadget para que la diversión continúe una vez ya se ha consumido el producto», dice Núñez.

La mayoría de los fabricantes de helados ha invertido en tecnología y maquinaria para elaborar helados con menos grasas y más nutritivos. «Los aromas y algunos colorantes son naturales y la tendencia es que en un futuro próximo todos los componentes lo acaben siendo; actualmente tenemos la convicción de que los productos destinados a los niños son un 99% naturales», afi rma el responsable de marketing de la marca Frigo.