¿ES MERECIDA LA MALA FAMA DE LOS HELADOS?

Pocos placeres gastronómicos hay para esta época estival como los helados. Durante muchos años la mala fama ha acompañado a estos alimentos debido a su «“en teoría»“ alto contenido en azúcares y su excesivo aporte calórico. Pero la realidad de los últimos estudios elaborados al respecto ha situado a los helados en una posición intermedia entre los productos lácteos y los alimentos de pastelería (en cuanto a calorías se refiere).

Así, en estos meses de verano y fuerte calor, hay muchas personas que tienen la costumbre de tomar un helado como postre en la comida o la cena. Hacerlo como sustitutivo de la fruta es un error, ya que los helados contienen componentes muy diferentes a lo de las frutas, pero sí son dos alimentos que pueden combinarse perfectamente. Una gran alternativa es tomar un helado de base láctea junto a una pieza de fruta si en nuestros primeros platos ha habido una gran presencia de vegetales.

A continuación desmitificamos cuatro leyendas urbanas que han acompañado a los helados tradicionalmente:

-Los helados tienen demasiado azúcar: para los corredores los helados resultan más beneficiosos en este aspecto, ya que el gran gasto calórico que tienen tras los entrenamientos debe ser repuesto cuanto antes. El azúcar proporciona energía de forma rápida para no resentirnos después de la carrera.

-Los helados engordan: este es un mito que también persigue a otros alimentos como el pan o el jamón, y que está totalmente infundado. Dentro de una dieta sana y equilibrada, los helados aportan un valor energético medio que ni mucho menos nos hará engordar. Como ocurre con todas las comidas, hay que tomarlos de forma moderada.

-Los diabéticos no pueden comer helados: la presencia de grasas en los helados retrasa la absorción de la sacarosa, lo que provoca que la glucosa tarde más tiempo en llegar a la sangre que si se consumen azúcares solos. No está prohibido que los diabéticos los coman, pero deben tener más cuidado que los demás.

-Con los helados aparecen caries: siempre que aparecen caries en los dientes las atribuimos a los dulces, pero los helados cuentan con la ventaja de que no permanecen en la boca tanto tiempo como, por ejemplo, un chicle o una golosina. Además, los helados inducen a la salivación, lo que supone una barrera protectora ante las caries.