La leche da su propia pelea contra la obesidad

Constituir una masa ósea adecuada es la propiedad que desde siempre se les ha agradecido a la leche y sus derivados.

En los últimos años, sin embargo, otro poderoso argumento ha venido a reforzar la idea de lo esencial que resulta consumirla: diversas investigaciones han observado que las personas que ingieren altas cantidades de calcio tienen índices inferiores de masa corporal (IMC) y, por lo tanto, menor riesgo de ser obesos.

Uno de los más convincentes es el estudio CARDIA, publicado en 2002 por el Journal of American Medical Association (JAMA), y del cual habla la última edición de la revista del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile (Inta).

Durante diez años, más de 3 mil norteamericanos fueron analizados para ver la influencia del consumo de leche en las co-morbilidades que acarrea la obesidad, confirmándose la hipótesis: los que ingerían más lácteos tenían menos complicaciones – 21% menos de riesgo de sufrir insulinorresistencia- y, eventualmente, engordaban menos.

Los resultados coinciden con estudios anteriores. Como uno inglés que comprobó que las personas sometidas a una dieta hipocalórica basada en productos lácteos bajaron 8 kilos en 16 semanas, versus los que siguieron un régimen también de 800 calorías, pero convencional, y que apenas perdieron 1,7.

Aunque no se puede atribuir dicho resultado sólo a la leche, los resultados son bastante sugerentes. Una de las razones que explican las bondades de la leche es el calcio. Cuando se consume poco calcio, el organismo tiende a producir mucha vitamina D en su forma activa (calcitriol), para tratar de absorber el máximo de él.

Pero esta vitamina hace también que el calcio ingrese a las células encargadas de almacenar grasa (adipocitos), lo que favorecería la acumulación de grasa y disminuiría su eliminación (lipolisis).

Cuando uno bebe mucha leche no se requiere una sobreproducción de esa vitamina, hay menos calcio dentro del adipocito y no se favorece la acumulación de grasa, explica la doctora Cecilia Albala, especialista en nutrición del Inta y académica de la Universidad de Chile.

En este último caso, una parte del calcio ingerido se perdería en orina y heces, y la otra se iría a los huesos.Si bien no existe absoluta certeza, todos los resultados coinciden. Por lo demás, la leche tiene otra característica que protege de la obesidad, pues produce reemplazo calórico. Una bebida dulce pasa fácilmente del estómago al tubo digestivo y casi no provoca saciedad.

En cambio, el vaso de leche – como tiene un alto contenido proteico- pasa por un proceso digestivo más largo, causando esa sensación, agrega.Más beneficiosPero la importancia del calcio no termina con el tema de la obesidad.Científicos de la Universidad de Auckland, Nueva Zelandia – según publicaciones del New York Times- encontraron que una dosis diaria de mil milígramos de citrato de calcio aumentaba los niveles de colesterol protector (HDL) y bajaba los del dañino (LDL).

Mientras que en la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos, se vio que mujeres hipertensas que tomaban 1.500 milígramos de calcio al día, además de sus medicamentos, experimentaban una caída significativa de la presión arterial, en comparación con las que sólo recibían fármacos.

En fin, sólo buenas noticias que al parecer no son escuchadas por la población, pues ésta sigue siendo poco aficionada a los lácteos. Y de hecho, recalca Cecilia Albala, cuando nos referimos al efecto protector de la leche no estamos hablando de dos tazas, sino cuatro.

A mediados de los 90, se estimó que el 13.5 % de las niñas estadounidenses entre 12 y 19 años y el 36.3% de los niños recibían lo recomendado de calcio.

En la misma época, el Inta efectuó un estudio en menores entre 9 y 16 años, concluyendo que el 69% tenía una ingesta por debajo de lo recomendado, situación que quizás hoy sería peor, considerando que la OMS está más exigente.

Las adolescentes, por ejemplo, consumían en promedio 600 milígramos, cuando lo sugerido son unos 1.500.En los niños el panorama mejora. Otro estudio del Inta en 2001 encontró en un total de 1.700 menores de tercero a séptimo básico, que el 40% de lo sugerido en lácteos estaba cubierto.

Pero, tal como explica la directora del departamento de alimentos y nutrición de la Universidad de Pardue (EE.UU.), Connie Weaver, es la adolescencia la etapa crítica para optimizar la salud ósea.

El 95% del contenido mineral óseo del cuerpo se acumula a los 17 años, y el 99% se completa a los 27.

Recomendaciones

Quizás las guías alimentarias han permitido en el último tiempo elevar el consumo de lácteos del país, aunque no es menos cierto que el de bebidas dulces también ha crecido: Chile es uno de los países de mayor consumo individual, con un promedio per cápita por año de 300 latas.

El ejercicio es el mejor aliado La leche y sus derivados son la principal fuente de calcio. El pescado sería otra opción, pero nadie lo consume con tanta frecuencia.

Según recomendaciones nacionales, se necesitan 3 porciones diarias de lácteos; salvo los adolescentes, que deben recibir 4 y los adultas mayores, tres y media. ¿Pero por qué no se bebe leche?. La encargada del Programa de Obesidad Infantil y Juvenil del Inta, doctora Raquel Burrows, explica que en parte es por desinformación. Se cree que los que más deben tomar son los niños y embarazadas.

A los adolescentes no se les exige porque se les ve crecidos, pero debieran elevar en 50 % su consumo, para formar buenos depósitos de calcio, que es la ‘cuenta de ahorro’ que cubrirá las necesidades de la vida adulta.

Los adultos también van dejando los lácteos, pues con los años aumenta su intolerancia. Entonces, dado que es difícil cumplir los requerimientos con la alimentación natural, se recurre a la fortificación de alimentos o a factores ambientales como el ejercicio. El solo hecho de que el músculo produzca tracción en el hueso, lo estimula a captar más cantidad de calcio, a aprovecharlo mejor.