«Tome leche… pierda peso» dicen los anuncios que fueron publicados en más de 30 periódicos y revistas. En octubre del 2003 la industria de productos lácteos lanzó una campaña de «Peso saludable con la leche» para aumentar las ventas. Curiosamente, ese fue el mismo año en que un resumen de exactamente el mismo tema fue publicado en la Revista de Nutrición. El resumen encontró nueve estudios aleatorios controlados en la literatura médica acerca del peso corporal y los productos lácteos. Siete de los nueve estudios no encontraron ningún cambio importante en el peso corporal comparado con los controles y los dos últimos encontraron que aquellos que aumentaron su consumo de productos lácteos aumentaron significativamente más de peso que los grupos de control que no consumieron productos lácteos.[1] Estudios posteriores aún más grandes publicados en el 2004[2] y el 2005[3] mostraron exactamente lo mismo.
Entonces, espere un segundo. ¿Cómo pueden los anuncios de la industria de productos lácteos afirmar que «un estudio clínico mostró que éstos ayudan a quemar más grasas y perder más peso que solamente cortar calorías»? Bueno, porque en realidad existe un pequeño estudio, publicado por Michael Zemel de la Universidad de Tennessee, que encontró que los 11 participantes del estudio a los que se les instruyó que consumieran más productos lácteos parecieron perder más peso. Sí, por supuesto que el estudio fue comprado y pagado por la industria de productos lácteos, pero el asunto va aún más allá. Este tipo, Zemel, es dueño de una patente sobre la afirmación que los productos lácteos ayudan a perder peso, la licencia de la cual ha sido otorgada a los fabricantes de productos lácteos. Como notó el Centro de Ciencia Para el Interés Público: «En el mundo de patentes y relaciones públicas, un poco de ciencia puede ir muy lejos.»[4]
Maniobras similares estuvieron envueltas en la recomendación de aumentar la cantidad de productos lácteos en las nuevas Pautas Dietéticas del USDA [Departamento de Agricultura de los Estados Unidos], aunque un resumen reciente de la Organización Mundial de la Salud no encontró ninguna relación importante entre un consumo escaso de productos lácteos y el riesgo de fracturas osteoporóticas.[5] La persona asignada para escribir las pautas de productos lácteos fue Connie Weaver, directora de nutrición en la Universidad de Pardue y favorita para financiamiento del Concilio Nacional de Productos Lácteos. Walter Willet, director de nutrición en Harvard, considera el reporte del comité como «atroz», y los acusa de ignorar la evidencia que vincula los productos lácteos con el cáncer. «No existe ningúna necesidad nutricional de productos lácteos», le dijo el Dr. Willet al periódico Wall Street Journal, «en lo absoluto».[6]
Para posiblemente aclarar el asunto de los productos lácteos y el peso de una vez y para siempre, la semana pasada en el 6 de junio del 2005, investigadores de Harvard publicaron lo que se podría considerar como el estudio definitivo sobre el tema en los Archivos de Pediatría y Medicina Adolescente. Un estudio que siguió de cerca los hábitos de consumo de leche no de 11 niños, ni siquiera de 12 niños, ¡sino de más de 12,000 niños! Después de seguir a estos niños de entre 9 y 14 años de edad, ellos encontraron que «los niños que reportaron el consumo más alto de leche experimentaron el aumento de peso más grande». Mientras más leche tomaron, más peso aumentaron. Los niños que tomaron las tres porciones «recomendadas» de leche al día tuvieron 35% más probabilidades de tener sobrepeso y las niñas que tomaron las tres porciones tuvieron 36% más probabilidades de tener sobrepeso con el tiempo.[7]
«Dada la preponderancia de la intolerancia a la lactosa, el contenido de energía y grasa saturada en la leche, y la evidencia que los productos lácteos podrían fomentar el cáncer en hombres (próstata) y mujeres (ovarios), no deberíamos asumir que el consumo de altas cantidades [de productos lácteos] es beneficioso», dijeron los investigadores a reporteros. «Además, estos cánceres podrían estar vinculados al consumo durante la adolescencia». [8]
Lo que más sorprendió a los investigadores fue que aquellos que tomaron leche baja en grasa (descremada y de 1%) ¡aumentaron más peso que el resto! El aumento de peso parece estar ligado más con el consumo de la proteína de la leche que el consumo de la grasa de la leche (cantidades adicionales de proteína de suero se le agrega a la leche baja en grasa durante la producción). Aunque existen por lo menos cuatro estudios que muestran que la proteína en el suero de la leche puede en sí misma fomentar el aumento de peso, los investigadores piensan que la culpa está en las hormonas de crecimiento en la leche, como el esteroide sexual estrona que se encuentra en el suero. Después de todo, la leche está diseñada por la madre naturaleza para hacer crecer un becerro de 80 libras hasta llegar a 1,400 libras para su segundo cumpleaños.
Este nuevo estudio tiene serias implicaciones para la epidemia de obesidad en nuestros niños, la cual no sólo tiene consecuencias devastadoras para la salud pero consecuencias sociales también. Un estudio dado a conocer la misma semana por investigadores del Centro de Control de Enfermedades encontró que los adolescentes que se percibían a sí mismos como pasados de peso tenían más de dos veces las probabilidades de intentar suicidarse.[9]