Mi hijo padece lo que comúnmente se denomina «alergia a la leche» (APLV «“ Alergia a las proteínas de leche de vaca), un transtorno muy común en lactantes y niños de corta edad por el cual el organismo identifica como «peligrosas» las proteínas de la leche generando una respuesta inmunológica exagerada; es decir, una reacción alérgica.
SINTOMAS QUE NOS PUSIERON EN ALERTA
Desde que nació, mi peque perdía al día entre 30 y 50 gramos pues después de cada toma de pecho vomitaba prácticamente todo. Su aspecto iba desmejorándose por momentos. Pasó de tener una carita rolliza con grandes mofletes a los ojos cada vez más hundidos y pronunciadas ojeras. Aunque ahora se que la leche materna no hace daño a un recién nacido sino que lo que ocasiona el daño son los alimentos que la madre ingiere y que pasan al torrente de la leche materna, en aquel momento yo estaba convencida de que mi leche hacía daño a mi bebé.
Tres semanas después de nacido, tras la toma nocturna, mi bebé se puso muy malito, comenzó a tener espasmos seguidos de fuerte llanto y un vómito a propulsión como en mi vida había visto. En ese momento cogimos al chiquitín y nos fuimos corriendo a urgencias. Le hicieron varias pruebas para descartar otras enfermedades causantes de los vómitos y la pérdida acusada de peso (como infección de sangre, infección de orina, distensión del píloro»¦), y finalmente llegaron a la conclusión de que padecía una alergia a las proteínas de la leche de vaca y que a través de mi leche le pasaba mi hijo las proteínas de la leche de vaca de los alimentos lácteos que yo ingería. Así que para poder seguir dándole el pecho me prohibieron tomar cualquier producto lácteo.
De esta forma el niño comenzó a mejorar pero era tanto el peso que había perdido que decidimos apoyar la lactancia materna en fórmula hidrolizada y de este modo el peque comenzó a remontar rápidamente en peso y aspecto físico.
Con la introducción de los cereales los vómitos volvieron a aparecer y en aquel preciso momento fue cuando escuché hablar por primera vez de trazas de leche: pequeñas partículas lácteas que «infectan» ciertos alimentos y que en alérgicos muy sensibles puede desencadenar reacciones alérgicas, como le ocurrió a mi hijo.
A partir de aquel hecho me convertí en experta en etiquetados.
MARCAS Y ALIMENTOS LIBRES DE LECHE
A partir de ese momento y a medida que le fuimos introduciendo a su dieta nuevos alimentos, debía tener mucho cuidado de que ninguno de ellos contuviera proteína de leche, lactosa, suero lácteo, caseína, lactosa o trazas de leche. Las galletas, fiambres, carnes envasadas, salchichas, salsas «¦ al margen de los propios productos lácteos (mantequillas, yogures, leche y bollería) quedaban prohibidos.
Al principio todo me parecía un mundo pues tardaba en hacer la compra casi dos horas leyendo y releyendo las etiquetas de los ingredientes, pero al final me acabé acostumbrando y ya es casi mecánico.
Os dejo la lista de marcas de alimentos exentos de proteína de leche que compro habitualmente, por si alguien en mi misma situación está interesado o le sirve de ayuda:
Leche 1 y 2 de continuación: subvencionada por la Seguridad Social hasta los 2 años de edad.
Yogures y batidos vegetales. Yo los compro de soja
Fiambres: Por lo general quedan prohibidos salvo alguna marca aislada de jamón york y serrano que es lo único que por el momento he encontrado. A este respecto os recomiendo comprar estos productos directamente envasados (con un etiquetado claro de libre de leche y trazas) y no los cortados en charcutería ya que con el mismo cuchillo con el que se corta el jamón se puede haber cortado previamente el queso por lo que las partículas lácteas contaminarán el alimento.
Galletas y bollería: Aparte de que este tipo de alimentos no son recomendables para bebés y niños de corta edad por su alto contenido en azúcar, salvo alguna excepción que no contienen leche en su elaboración, suelen estar prohibidos por lo que es mejor optar por recetas caseras.
Pan de molde: Hay muy pocas marcas en el mercado aptas para esta alergia. Hasta el momento yo sólo he encontrado como aptas las marcas Hacendado y Silueta
Carnes: nunca comprarlas envasadas sino directamente en carnicería porque las envasadas suelen contener lactosa o suero lácteo que se les inyecta para alargar su fecha de caducidad
Potitos de bebés y de fruta: Conviene evitar potitos de fruta que incorporan cereales -ya que contienen trazas- así como potitos de verdura que lleven en el etiquetado las palabras «estilo casero» o «crema».
La mayor parte de caramelos y chucherías quedan totalmente prohibidos aunque por suerte mi hijo es todavía muy chiquitín y no los echa en falta.
También quiero advertir que hay mucha gente que equivoca la alergia a la proteína de la leche con la intolerancia a la lactosa y no tiene absolutamente nada que ver. La lactosa es un azúcar presente en la leche que algunas personas digieren con dificultad. Este azúcar puede extraerse fácilmente del alimento para consumirlo sin peligro para la salud.
Los alérgicos a las proteínas de la leche no sufren una intolerancia a nivel digestivo sino una reacción alérgica en donde el sistema inmunológico entra en juego.
Las alergias alimentarias sólo se tienen a las proteínas de los alimentos por lo que la alergia a la lactosa no existe.
Las alergias más comunes en la infancia son al huevo y a la leche y en muchas ocasiones se curan entre los 3-5 años.
Es importante también advertir a nuestros hijos desde muy pequeñitos que sufren este problema y es asombroso la naturalidad con la que todos lo asumen, dando muestras de gran madurez al rechazar, por sí mismos, alimentos que les están prohibidos.