Leches! ¿Debería preocuparme que Harvard no quiera que coma queso?

La lactosa, el azúcar de los productos lácteos provee al cuerpo humano del calcio que necesita pero a su vez su consumo se considera, debido a diferentes estudios, como un factor de riesgo para el cáncer de ovarios, el cáncer de próstata, la obesidad, la diabetes, los ataques de corazón y el colesterol alto. ¿Qué pesa más? ¿La leche de vaca es necesaria o contraproducente para el ser humano?

Un grupo de estudiantes de Harvard health Publications trabajaron junto a expertos nutricionistas en Harvard School of Public Health para contrastar la información que el gobierno de Estados Unidos a través del servicio de investigación del Departamento de Agrigultura acerca de lo que corresponde una buena dieta diaria.

En 2011 la USDA (United State of Departament of Agriculture) publicó lo que tituló como MyPlate, es decir, una imagen con contenido adicional que informaba a los estadounidenses de lo que deberían alimentarse de manera cotidiana. Es un tanto obvio pero no está demás decir que los «líderes del mundo libre», que diría Shonda Rimes, piensan que con esto les escucha y les debería escuchar todo el mundo occidental.

Según MyPlate los productos lácteos deberían ser consumidos de forma diaria porque es una gran fuente de calcio y este es un mineral esencial para los huesos y para diferentes funciones biológicas del cuerpo. También dice que es una buena fuente de potasio y de vitamina D, debido a que se suelen presentar reforzados con ello a pesar de que de forma natural no lo tienen. MyPlate recomienda los productos lácteos, concretamente la leche desnatada o semidesnatada, el yogurt y el queso, como alimento diario para gozar de unos huesos saludables y prevenir el riesgo de Osteoporosis.

Un artículo sobre el estudio de Harvard School of Public Health, publicado poco después en Harvard Health Publications, acusa a MyPlate de realizar estas recomendaciones a pesar de que hay muy pocas evidencias de que los productos lácteos protejan sobre la osteoporosis y, por el contrario, evidencias sustanciales de que el consumo frecuente de lácteos puede ser dañino. También critican que no hacen diferencias entre el pan blanco y el arroz normal, que incrementan el nivel de azúcar en sangre en un instante y el pan y el arroz integrales, mucho más beneficiosos para la salud a largo plazo.

Harvard School of Public Health entonces publicó lo que llamaron Healthy Eating Plate, un nuevo cuadro alimenticio con consejos diferentes. Entre ellos está no incluir la leche ni los lácteos como productos obligatorios. A partir de esa publicación en todos los artículos de Harvard health Publications en los que se habla de los lácteos se menciona el limitar su consumo de forma drástica reduciéndolo, como mucho, a una o dos porciones al día.

Así, en el artículo More questions about calcium answered dicen que aún sabiendo que los lácteos son una fuente rica en calcio, estos conllevan considerables problemas cardiovasculares, como aumentar el riesgo de infarto, debido a la grasa que proporcionan. Aunque dicen que podrían evitar este riesgo eligiendo los lácteos light, es preferible obtener el calcio de verduras como la acelga o la col o de pescados como el salmón o las sardinas. El doctor Hauser, en el artículo High calcium intake from supplements linked to heart disease in men, enumera una lista de alimentos que pueden compararse a la cantidad de calcio que aporta los lácteos al ser humano. En esta lista se encuentran el zumo de naranja, la leche de soja fortificada, las verduras de hoja verde, las hojas de nabo o la avena.

Mirando más allá de Harvard, la pregunta es cuántos beneficios reales nos aportan los lácteos y cuáles son de verdad sus desventajas. Según Informe del Comité Científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, el valor nutritivo de los lácteos se basa en agua, grasa, proteínas, lactosa y sustancias minerales. La grasa es lo que se ha contraindicado y se ha dicho que ha de eliminarse para evitar algunos riesgos de los que habla Harvard. El agua, es agua. De las proteínas de los lácteos el 79,5 % se basa en caseína, la proteína específica de la leche, una proteína de absorción lenta que, al margen de tu utilización industrial (plástico, detergentes»¦) , en el plano alimenticio el 40% de ella es indigerible, el otro 60% al ser digerida incrementa la síntesis de la proteína muscular hasta siete horas después de su digestión. La contrapartida de la caseína es que para asimilar lo que podemos asimilar de ella necesitamos la enzima llamada Regina gástrica que en la edad adulta desaparece, por lo que la ingesta de caseína en la edad adulta impide la absorción de otros nutrientes contribuyendo a la fatiga crónica y a alteraciones intestinales agotando nuestro sistema inmunitario.

Así pues, parece que, en lo que refiere a proteínas, el consumo de lácteos solo es beneficioso hasta llegar a la edad adulta. Sin embargo hay ejemplos que indican que incluso sería innecesaria en la etapa del desarrollo. Un estudio de Finlandia del 2001 realizado sobre 3.000 niños con riesgos genéticos de diabetes mostró que una introducción temprana de leche de vaca incrementaba la susceptibilidad de tener diabetes del tipo 1. Además, la American Academy of Pediatrics osbservó una reducción del 30% de diabetes de tipo 1 en niños en los que se evitó su exposición a la proteína de la leche de vaca durante al menos los primeros tres meses de su vida. Observaron además que los niños de menos de un año que consumieron leche de vaca tenían deficiencia de hierro comparados con los que bebieron en su lugar leche materna. Por otro lado, el Vegetarian Resource Group parece haber dado muestras de que los niños veganos crecen de forma natural, sana y activa manteniendo hasta los tres años la ingesta de leche materna.

Los minerales de la leche, como el calcio, no son específicos de la misma. Y sin embargo la gran cantidad de calcio que proporciona la leche la ha hecho deseable y recomendable durante mucho tiempo. El cuerpo necesita cantidades de calcio continuamente para poder ir regenerando los huesos. Ahora es cuándo entra en juego la siguiente pregunta: ¿necesitamos tanto calcio? El cuerpo humano deja de absorber el calcio a partir del umbral de 600 miligramos por día. Cantidad bastante fácil de tomar a partir de la lista de Harvard antes mencionada de alimentos que aportan calcio.

Así que queda la lactosa, el azúcar de la leche, que, al ser objeto de intolerancia en numerosos cuerpos ha sido eliminada de dietas de muchas personas con las únicas recomendaciones médicas de obtener calcio y vitamina D de fuentes no lácteas.

La lactosa, sin propiedades fundamentales, ha sido señalada en estudios como el de Physicians Health Study (con 2166 participantes) como indicador de aumento significativo de riesgo de cáncer de próstata y cáncer de ovarios (porque aumenta los niveles de IGF-1, somatomedina, es una hormona semejante a la insulina pero con funciones de crecimiento). El consumo de lactosa también aumenta considerablemente la elaboración de estrógenos lo que predispone a problemas de mamas, desde mastitis hasta cáncer.

Parece finalmente que los beneficios de los lácteos no tienen pruebas suficientes contra sus contraindicaciones. Y parece que se camina por el camino de comprobar su completa inutilidad nutricional. Pero aunque no fuera así, lo que si se puede concluir es que no es necesaria, ni para los adultos ni en tanta cantidad como se produce.

Y si se decide que finalmente los lácteos son necesarios en pequeñas cantidades durante una época, llega la lección siguiente: ¿bebemos leche natural en toda su composición?

El Código Alimentario Español (CAE) define la leche como un «producto íntegro, no alterado ni adulterado, y sin calostros, obtenido del ordeño higiénico, regular, completo e ininterrumpido de las hembras domésticas sanas y bien alimentadas». Y sin embargo el ya mencionado Comité Científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición dice que varios procesos de fabricación como el calentamiento, el tratamiento químico o enzimático, los procesos de alta presión o la fermentación, entre otros, pueden alterar su composición y, por lo tanto, su potencial alergénico.

El tratamiento de las vacas para la mastitis o la inflamación de las glándulas mamarias (algo extremadamente frecuente como consecuencia de la práctica cotidiana de las industrias de productos lácteos de hacerlas producir más leche de la que producirían de forma natural) son antibióticos que han sido encontrados en ejemplos de leche y productos lácteos. Suponiendo que no tuviera ningún efecto en el cuerpo humano, se han encontrado también pesticidas, PCBs, y otros contaminantes. Toxinas que el cuerpo humano no elimina de por sí y que pueden llegar a generar niveles dañinos que afectan al sistema inmune, reproductivo y el sistema nervioso central. El procesamiento de los lácteos incluye melanina y otros contaminantes que no se destruyen en la pasteurización y llevan un alto contenido en nitrógenos y toxinas carcinogénicas que incluyen aflatoxina, lo que afecta al tracto urinario de los niños.

Con respecto a » «¦las hembras domésticas sanas y bien alimentadas», no hay que olvidar que mientras que los alimentos transgénicos han sido limitados para la alimentación humana en Europa, obligando a que se informe su posible contenido en las etiquetas de los alimentos, las vacas utilizadas tanto para carne como para leche basan su alimentación en soja transgénica, mucho más barata y no regulada de forma legal para el consumo animal. Así que, atendiendo al resultado de estudios como el de de la Universidad de Caen, dirigido por Gilles-Eric Séralini publicado por Food and Chemical Toxicology, no se puede decir con propiedad que bebamos leche de vacas sanas, ni bien alimentadas.

Un estudio indica que ratas alimentadas con transgénicos tienen más tumores.

Haría falta inspeccionar de manera inminente y con espíritu crítico cual es la realidad sobre la producción y el consumo de los lácteos con la evidente consecuencia de tener que cambiar el funcionamiento de los mismos de manera urgente en atención a nuestra salud. Y sin embargo, mientras la industria se alimenta del vacío de conocimiento y de nuestra falta de responsabiliad con el mismo, las vacas siguen encerradas, inseminadas artificialmente sin el espacio de tiempo que necesitan de forma natural para recuperarse del parto, para que produzcan cantidades ingentes de leche. Y cada vez más deprisa, como la canción de BrelLa valse a mille temps, sin sentido y hasta límites según algunas investigaciones»¦ Bueno, juzguen ustedes mismos: