En Kéfir de Leche, Información y crítica, La leche, Lácteos
Sobre las razones dietéticas a favor del consumo de leche, estamos de sobra informados o quizás desinformados, así que aquí se exponen las razones en contra del consumo indiscriminado de leche animal y en especial la de vaca. Por supuesto que hay otras muchas razones en contra del consumo de leche que apuntan a la explotación y expoliación de los recursos naturales. Que de ser utilizados de otra manera ofrecerían posibles soluciones para remediar la hambruna que se sufre en otros lugares.
Solo atender a la deforestación provocada para generar pasto y cereal para la cabaña ganadera y que solo con lo que come esta cabaña se paliaría el hambre en muchos sitios. Pero estos problemas socio políticos apuntan mas a los grandes consumidores de carne y lácteos. Es curioso como mientras unos mueren por inanición otros se enferman mortalmente por comer en exceso…
Esto es la leche
La leche de vaca, al ser ingerida, neutraliza la acidez gástrica, impidiendo a las enzimas del estómago desdoblar sus proteínas para ser bien digeridas, pasando estas al intestino delgado, parcialmente, digeridas o fragmentadas. Este problema es mucho mayor en el adulto que con la edad deja progresivamente de fabricar renina gástrica, enzima importante encargada de romper las grandes cadenas de la caseína. Cuando los fragmentos grandes no digeridos de la leche de vaca, sobre todo caseína, pasan al intestino, actúan como pegamento depositándose en los folículos linfáticos del intestino, entorpeciendo la absorción de los nutrientes y generando fatiga crónica e inflamación intestinal.
En resumen, las proteínas lácteas tienen un alto contenido en antígenos extraños que provocan en nuestro sistema inmunológico una reacción defensiva, y que con el tiempo lo debilitan, haciéndonos mucho más vulnerables a las enfermedades. La lactosa es un disacárido compuesto de (galactosa + glucosa), es el azúcar de la leche, un carbohidrato difícil de asimilar. El organismo para su digestión y absorción tiene que desdoblarlo o hidrolizarlo para lo cual necesita de una enzima llamada lactasa. Con la edad se va disminuyendo la producción de lactasa.
Entre los consumidores de leche tenemos personas que dicen digerir bien la leche, en realidad, toleran la leche por mantener a estas edades suficiente producción de lactasa. También nos encontramos otros muchos consumidores de leche y lácteos, que digieren mal la leche y otros lácteos, o que sufren de enfermedades como alergias, intolerancias, asma, problemas de la piel, trastornos digestivos, etc.»¦ y que sus dolencias están directamente relacionadas con el consumo de lácteos.
En estas personas que tienen un nivel bajo de lactasa, su intestino no puede hidrolizar la lactosa y ésta es fermentada por distintas bacterias, generando un efecto hiperósmico en las paredes intestinales, causando meteorismo, inflamación e irritación intestinal, flatulencias, diarreas o estreñimiento, que no es otra cosa que la denominada intolerancia a la lactosa.
Esta fermentación anómala de la lactosa genera un efecto acidificante del organismo, reflejado en un aumento del nitrógeno en individuos con poca cantidad de lactasa. Además se ha comprobado que la reactividad ante las proteínas lácteas, antes descrita, aumenta con la intolerancia a la lactosa.
Extracto de: Los lácteos – por José Ramón Lobo
El Mito de la Leche
La dietética oficial suele aconsejar que se tome leche y sus derivados debido a su alto contenido en calcio. De la misma forma que se añade sal al caldo cuando está soso, parece lógico que dado el caso de descalcificación, se subsane tomando calcio. Esta es la razón por la que muchas personas beben a diario uno o más vasos de leche, con la intención de compensar la pérdida de masa ósea. Pero el cuerpo humano no es un caldero, y una cosa es la cantidad de calcio que contenga un alimento y otra muy distinta la proporción de este calcio que se absorbe, se asimila y acaba depositada en los huesos.
La leche de la madre es un excelente alimento para el bebé. Le basta para crecer con tal rapidez que casi es posible apreciar los cambios día a día. Pero que sea buena para el bebé no significa que sea adecuada en otras etapas de la vida. Al contrario, bastantes razones llevan a creer que la leche materna es sólo para los lactantes:
Con sólo una ojeada al reino animal, la naturaleza nos muestra que los animales adultos no maman. Sólo el humano bebe la leche de otra especie normalmente. La leche de vaca es muy diferente a la nuestra en la cantidad de proteínas y grasas. Pero lo que más las diferencia son las sustancias químicas que tienen una intensa acción sobre el organismo del ternero:
son las hormonas pituitarias, hipotalamicas, esteroideas, tiroideas, paratiroideas, pancreáticas, adrenales, sexuales…
hormonas que son excelentes para regular el metabolismo del ternero, pero inadecuadas para otras especies: sólo mamando, el ternero dobla su peso en un mes y medio, mientras que el bebé humano necesita seis.
La leche de vaca no es un alimento sano, facilita la producción de mucosidades, y su consumo en niños y adultos está relacionado con la rinitis, la sinusitis, el asma y con trastornos ginecológicos. La relación es tan evidente que en muchos casos estas enfermedades desaparecen después de dejar de tomarla.
Por otro lado, no se puede obviar que la leche no es lo que era. Ni los mismos ganaderos beben la leche de sus vacas; prefieren la de tetrabrick, casi incorruptible y sin fecha de caducidad. El pienso da un sabor tan fuerte a la leche que nada tiene que ver con la de las vacas que pastan a su aire por los prados. En las granjas, las vacas de ordeñar están todas juntas, normalmente casi inmovilizadas, y con esta existencia tan antinatural, deben ser protegidas y curadas continuamente con antibióticos, vacunas y otros medicamentos, parte de los cuales pasan a la leche, junto con los pesticidas y plaguicidas que las vacas ingieren con el pienso.
También se ha observado que la osteoporosis es más acusada en aquellas personas que, sin haber tomado nunca, empiezan a beber leche animal. La osteoporosis es una enfermedad de los países consumidores de productos lácticos, que supuestamente la previenen con estos alimentos. Estos países «adelantados» curiosamente tienden a recortar el tiempo de la lactancia y a suministrar leche de vaca durante el resto de la infancia y en edad adulta. Quizás debido a esta reducción de la lactancia materna, algunos de los consumidores de leche pueden ser considerados adictos; en este caso sería aconsejable sustituir la leche de vaca por otros líquidos blanquecinos más sanos como la leche de almendra, de avellana, de soja, de arroz, de avena, de chufa, de sésamo…
En cuanto al contenido en colesterol de la leche este es muy superior al de los alimentos que tienen fama de ser ricos en él. Una sola taza de leche entera tiene 34 mg de colesterol, mientras que una loncha de beicon sólo 3 mg. Al beber un litro de leche se ingiere el colesterol equivalente a 53 lonchas de beicon.
Con la pasteurización las grasas se hacen más saturadas, y la homogeneización facilita el paso a través de las paredes intestinales de las finísimas partículas de grasa sin previa digestión, lo que hace que se eleven los niveles de colesterol y de grasas saturadas en la sangre. El término «bajo en grasa» pertenece al lenguaje del marketing. Cuando se dice que la leche contiene un 2% de grasa se refiere a que por cada 100 gramos de leche 2 son de grasa, pero no hay que olvidar que el 87% de la leche es agua, y que la leche entera contiene alrededor de un 3,5% de grasa. Este 2% supone entre el 22 y el 33% del total de las kilo calorías.
Extracto de: Olga Cuevas, La otra cara de los lácteos