Hace un momento os hablaba de un estudio reciente que recomendaba la inclusión de más productos lácteos en la dieta de nuestros pequeños debido a que son muy ricos en calcio.
Pues bien, lo cierto es que los productos lácteos no son solamente calcio sino que son uno de los alimentos más completos que podemos incluir en nuestra dieta y tienen muchísimos beneficios para nuestro organismo.
Un ejemplo es el del queso, un producto que a pesar de que tiene una consistencia totalmente distinta, no guarda muchas diferencias en cuanto a composición con la leche, la diferencia básica es que el primero tiene un contenido en agua muy bajo en comparación con la leche, y que por tanto tiene más cantidad de grasa. Como os dije hace unos días en la clasificación de quesos, según el tiempo de curación la media de agua en un queso está en torno al 70%, que puede llegar a ser incluso menor, mientras que la leche es un 90% agua.
Por otro lado, es un alimento muy rico en nutrientes. Contiene una elevado concentración de proteínas y dependiendo del tipo que elijamos una concentración más o menos alta de grasas.
En cuanto a esta última la concentración va desde el 10% al 60% en el caso de los quesos de mayor curación, por eso es mejor utilizar quesos frescos de forma habitual o en las dietas de adelgazamiento y no abusar de los grasos ya que aunque parezcan ligeros su composición en grasas es muy alta.
En cuanto a los micronutrientes (vitaminas y minerales) también tiene una concentración elevada. En concreto tiene altas cantidades de calcio y fósforo, lo que hace que nos ayude a la formación y refuerzo del hueso, uñas y dientes. También tiene gran cantidad de vitamina A, lo que hace que contribuya a cuidar la salud de los tejidos y órganos de nuestro cuerpo y a la formación de las proteínas que lo forman.