En sus granjas del centro de Francia hay ganaderos que muestran una serenidad que sorprende en estos tiempos de crisis: se trata quizá de uno de los efectos de la aromaterapia, que utilizan para tratar sus vacas lecheras
Lavanda, eucalipto, uva de América: en el botiquín de René Morane, cuya granja se encuentra en Chaméane (Auvernia), los frascos de aceites esenciales y las píldoras homeopáticas han reemplazado a los medicamentos a base de moléculas de síntesis.
Cada una de sus 50 vacas tiene un tratamiento personalizado. Para el dolor, el ganadero frota el flanco del animal con 50 gotas de ravensara, planta de Madagascar conocida por sus efectos beneficiosos tónicos y musculares.
Para una infección señalada en un control de la leche, el animal recibe una cura de 150 ml de aceite de hígado de pescado y de oligoelementos durante cinco días, a título preventivo.
Para proteger las ubres «de las bacterias», se las moja diariamente, después del ordeñe mecánico, con un compuesto que huele a romero y eucalipto.
El objetivo es estimular es sistema inmunitario del ganado. «Nuestros animales tienen que estar en forma para responder naturalmente» a los diferentes problemas que pueden afectarlos, dice este ganadero, que adoptó la agricultura biológica a fines de los años 1990.
«El objetivo no es ponerlas en una burbuja para que no tengan ninguna enfermedad. Al contrario de la ganadería convencional, no tratamos a los parásito por parásito. Nuestras vacas viven con ellos y se inmunizan poco a poco», agrega su socio, Anthony Paulet.
Los aceites esenciales no son un «remedio milagroso», pero dan resultados suficientemente eficaces para disminuir el recurso a la alopatía y al veterinario, señalan los dos ganaderos.
En ese contexto, ninguno de ellos parece mayormente preocupado por la epizootia de fiebre catarral ovina (FCO), llamada enfermedad de la lengua azul, que se registra actualmente en el Macizo Central francés, ni por las dificultades que vive el mundo agrícola de Francia.
Como tampoco preocupan a Dominique Viallard, que fundó, junto con René Morane, una lechería artesanal en Saint-Gènes-la-Tourette, cerca de sus granjas.
«La fiebre ya pasó por mi rebaño hace unos años. Mis vacas tuvieron costras en las ubres y fiebre durante unos días, pero se recuperaron, gracias posiblemente a la inmunidad que tienen porque no las tratamos sistemáticamente», cuenta Viallard.
Pero para llegar a esa situación, los tres tuvieron que «revolucionar» sus granjas. «No somos aprendices de brujos. Para emprender este camino hay que estar acompañado y aplicar un protocolo muy preciso», explica.
«Al principio, nos preguntábamos cómo hacer para evitar los antibióticos, porque a veces es difícil», acota René Morane.
Los tres afirman que ejercen su oficio de manera mas calmada desde que pasaron al bio y a la aromaterapia, progresivamente desde principios de 2000.
«Si yo estoy bien, los animales están bien conmigo», «cuando empiezas a trabajar por la mañana y sabes que no tendrás problemas, se puede trabajar serenamente. En cambio, si sabes que una vaca está enferma y que hay que tratarla, no lo vives bien», dice Morane.
Pioneros de este método alternativo, los ganaderos bio ven unirse a ellos buen número de agricultores «convencionales» que desean disminuir el recurso a los medicamentos clásicos.
El veterinario Gilles Grosmond indica que ha formado hasta ahora a 15.000 personas en la utilización de la aromaterapia.
Según él, la aromaterpia es hoy «un verdadero movimiento de fondo» en el sector, ya que los ganaderos no quieren seguir siendo considerados como «envenenadores».
Pero para que la lucha contra los antibióticos multirresistentes sea eficaz, para que las cosas cambien, «se necesita que haya veterinarios, consejeros y profesores en las escuelas de agricultura que estén formados para aplicar este método», sostiene Grosmond.