Y de repente, sin venir a cuento, tu bebé se muestra irritable»¦ pero eso no es lo peor, la talla y el peso se estancan. La pediatra María Salmerón Ruiz, del Hospital La Paz, tuerce el gesto ante la llegada de un imprevisto en el tercer mes: la intolerancia a la proteína de leche de vaca.
Julia pesaba entonces cinco kilos trescientos y medía 57 centímetros, cuando a los dos meses casi llegaba a los cinco y tenía un altura de 55. Conclusión, «algo no funcionaba bien y mi hija no había crecido nada. Mami empezó a pensar», reflexiona la doctora.
La intolerancia se produce a nivel intestinal y puede conllevar una reacción en forma de diarrea, vómitos y calambres estomacales. Se puede confundir con la alergia a dichas proteínas, más grave, al afectar al sistema inmunológico, y que puede aparejar sarpullidos, urticaria y dificultades respiratorias, incluso inflamación de los labios.
«El tratamiento es fácil, aunque tarde cierto tiempo en hacer efecto -explica-. Retiramos la alimentación que contenga leche de vaca tanto al bebé como a la madre, si toma leche maternal». La leche artificial será hidrolizada o con fórmulas elementales, de tal manera que no se altere el valor nutritivo y el sistema digestivo no la reconozca como agente desencadenante.
«Suprimir las proteínas de la leche de vaca de la alimentación de la mamá es bastante complicado, si cabe aún más cuando come fuera del hogar familiar. Muchos alimentos se cocinan con nata, mantequilla, lecho o queso de todo tipo, no solo de origen vacuno», advierte.
La pediatra renunció también a otras proteínas que pudieran provocar reacción intestinal, como las del huevo, el pescado y los frutos secos. Pasaron tres semanas hasta que se eliminó por completo la sangre en heces. Se descartó la alergia y se comprobó que las proteínas fueron las causantes de la intolerancia.
María Salmerón introdujo de nuevo, poco a poco, el huevo, el pescado y los frutos secos y Julia recuperó peso y creció de talla. Ahora volvía a ser una niña «sana y normal», dice con una amplia sonrisa la madre»¦ «salvo que ella y yo, de momento, hemos dejado de tomar leche de vaca».
Una vez dominada la mala leche vacuna, María Salmerón nos habla de lo «maravilloso e interesante» que fue el tercer mes de vida de su hija, quien empezó ainteractuar con el mundo.
El bebé aumenta los periodos de tiempo en vigilia y muestra interés por los juegos y por los juguetes, que deben ser blanditos para que puedan chuparlos sin peligro y para que no les ocasionen problemas, sobre todo en la boca y en el sistema respiratorio, por atragantamiento.
«Julia empezó a conectar con la mirada, a mover los brazos, a coger cosas -se embelesa- y fue muy llamativa su fase oral; descubrió su boca: jugaba con la lengua, hacía pedorretas, balbuceaba, empiezó a decir ¡ajó!»¦ fue un mes muy duro, pero nuestra hija nos brindó momentos mágicos».