Es habitual que los productores de uno u otro producto financien estudios para descubrir propiedades de sus alimentos, pero no lo es que sus estudios arrojen resultados negativos
No es ningún secreto que la industria alimentaria financia estudios científicos para hallar propiedades de determinados alimentos o resaltar las cualidades de un nuevo producto. Los productores, claro está, buscan siempre resultados positivos, pero, por fortuna para la ciencia, la jugada no siempre sale como desean.
La Fundación Danesa para la Investigación de los Lácteos, un organismo dependiente de la patronal de la industria alimentaria del país, había encargado un estudio para elevar la popularidad de la mantequilla «“aprovechando, quizás, que las grasas saturadas parecen cada vez menos malas»“. Pero el resultado ha sido contrario al que esperaban. La investigación, que se ha publicado en el American Journal of Clinical Nutrition, concluye que la mantequilla eleva el colesterol «malo» en comparación con el aceite de oliva.
Aunque los autores del estudio, de la Universidad de Copenhague, apuntan que la gente con niveles de colesterol normales puede consumir mantequilla de forma moderada, instan a las personas con los niveles de colesterol elevados a mantener su consumo bajo mínimos. Un conclusión no muy atractiva para los productores de lácteos.
Es muy importante que valoremos los resultados de los estudios sobre nutrición teniendo en cuenta el contexto y relativizando sus conclusiones
Como explica en The Washington Post Marion Nestle, profesora de nutrición en la Universidad de Nueva York, «es muy raro que un estudio financiado por la industria alimentaria vaya en contra de los intereses de la misma». Pero no siempre se puede comprar a los científicos. No es la primera vez que ocurre algo como esto. El año pasado, una investigación financiada por los productores americanos de pistachos llegó a la conclusión de que su ingesta está asociada con un menor rendimiento durante la práctica de ejercicio.
¿Podemos fiarnos de un estudio pagado por la industria?
Desde el año 2000, las revistas científicas están obligadas a señalar los posibles conflictos de intereses de los investigadores que realizan los estudios. «Lo primero que debes hacer cuando lees una investigación es ver quién ha pagado por ella», explica Nestle.
Ahora bien, la profesora reconoce que los estudios no tienen por qué estar manipulados. El año pasado el Consejo de la Almendra de California financió un estudio que mostraba que las almendras son buenas para los diabéticos. La investigación era rigurosa, y descubría algo interesante, pero aun así había un claro conflicto de intereses. «El propósito de muchos de estos estudios es mostrar que una comida es un superalimento, para que la industria pueda promocionarlo», asegura Nestle. «Parece ciencia, pero no lo es. Lo primero es el negocio».
Los investigadores pueden diseñar sus experimentos con la intención de obtener resultados beneficiosos para la industria, maquillar los resultados de la investigación e, incluso, tratar de evitar su publicación si los resultados van a ser negativos, pero no pueden inventarse los datos que arroja un experimento. Por ello es muy importante que valoremos los resultados de los estudios sobre nutrición teniendo en cuenta el contexto y relativizando sus conclusiones.
Nestle está trabajando actualmente en un libro sobre la industria estadounidense de los refrescos, que, asegura, es muy dada a la financiación de estudios. La profesora estima que el 90% de las investigaciones financiadas por ésta concluyen que los refrescos no son tan malos, frente al 90% de los estudios financiados por organismos independientes cuya conclusión es la contraria.