Lácteos bio, probióticos y alimentos funcionales basan la publicidad en sus beneficios a la salud. Cuáles son los argumentos científicos acerca de estos productos.
Los alimentos con bacterias lácticas agregadas, conocidos también como «alimentos funcionales» o «probióticos», tienen gran demanda en los últimos años por sus promocionados aportes a las defensas del organismo. Sin embargo, ocasionalmente se difunde información que genera dudas e incertidumbre en los consumidores acerca de esta nueva tecnología alimentaria. Qué son los probióticos y los prebióticos, y cuáles son sus efectos en la salud humana según los especialistas.
El yogur bio y la publicidad
La elección que hace un consumidor acerca de los alimentos que conforman su dieta está influenciada, entre múltiples factores, por la información que recibe de los medios de comunicación y por las propiedades que se destacan en sus envases. En el transcurso de 2009 se difundió en la Argentina un correo electrónico que cuestionaba las propiedades de la leche fermentada Actimel suplementada con Lactobacilos.
El mensaje no solo negaba los efectos beneficiosos del yogurt «bio», sino que basaba sus argumentos en conceptos supuestamente «biológicos» y fundamentados. Hasta tal punto repercutió la difusión del mensaje, asistido por el poder multiplicador del correo electrónico que, a comienzos de 2010, la empresa láctea en cuestión puso al aire una publicidad televisiva destinada a derribar los mitos de los lácteos «bio». La estrategia publicitaria se basó en exponer las dudas de los consumidores acerca de la seguridad del producto, y ofrecer respuestas a través de la palabra de expertos en medicina.
Alimentos funcionales para mejorar la salud
Las leches fermentadas o «bio» son resultado de la biotecnología tradicional, ya que emplean seres vivos para la elaboración de un producto sin recurrir a técnicas de ingeniería genética. En este mismo grupo de alimentos se puede incluir a los quesos, la cerveza, el vino, y otros productos cuya elaboración requiere de microorganismos. Pero, los lácteos «bio» no solo involucran microbios en el proceso de producción, sino que adicionan al producto final bacterias lácticas vivas que aportan funciones beneficiosas. Por eso se los denomina «alimentos funcionales».
Según el Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación, se considera «alimentos funcionales» a aquellos productos que se consumen como parte de una dieta normal y contienen componentes biológicamente activos que ofrecen beneficios para la salud. También se consideran funcionales a los alimentos que contienen determinados minerales, vitaminas, ácidos grasos o fibra alimenticia, o han sido enriquecidos con antioxidantes o con probióticos.
Los probióticos y las bacterias aliadas del cuerpo humano
El término «probiótico» es relativamente nuevo, y significa «a favor de la vida». Según la FAO «“Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación- los probióticos son «Microorganismos vivos que ejercen una acción benéfica sobre la salud del huésped al ser administrados en cantidades adecuadas».
Los microorganismos probióticos que se utilizan son, fundamentalmente, bacterias del tipo Lactobacillus y Bifidobacterium. El descubrimiento original de la función positiva de las bacterias se atribuye a Eli Metchnikoff, un biólogo ruso galardonado en 1908 con el premio Nóbel, quien afirmó que «la dependencia de los microbios intestinales con respecto a los alimentos hace posible adoptar medidas para modificar la flora de nuestro organismo y sustituir los microbios nocivos por microbios útiles».
Efectos de los probióticos
Un siglo después de aquel Premio Nóbel, el documento «Probióticos en los alimentos. Propiedades saludables y nutricionales y directrices para la evaluación» publicado por la FAO, confirma que «Estudios científicos recientes sobre las propiedades y la funcionalidad de microorganismos vivos en los alimentos sugieren que los probióticos desempeñan un importante papel en las funciones inmunitaria, digestiva y respiratoria, y que podrían tener un efecto significativo en el alivio de las enfermedades infecciosas en los niños y otros grupos de alto riesgo».
Para comprender la función de los probióticos es necesario considerar que el organismo humano cuenta con una flora bacteriana habitual, especialmente en el intestino, que proviene de los alimentos. La colonización bacteriana comienza con el nacimiento y continúa durante toda la vida. Una de las funciones beneficiosas de la flora intestinal es el «efecto barrera» que ejercen las bacterias en la pared digestiva para evitar que otros microorganismos, potencialmente patógenos, se instalen y provoquen enfermedades. Esto reafirma la idea de que suplementar la flora intestinal con probióticos podría contribuir al bienestar del huésped.
Tecnología de alimentos, probióticos, prebióticos y simbióticos
La tecnología alimentaria avanza y, actualmente, los alimentos funcionales pueden ser probióticos, prebióticos y simbióticos. Los prebióticos son hidratos de carbono (azúcares) presentes en los alimentos o adicionados que, al no ser digeridos por el sistema digestivo, quedan en el intestino grueso donde favorecen el crecimiento de las bacterias probióticas. Los simbióticos, por su parte, son la asociación de prebióticos y probióticos. Es decir, lácteos «bio» que contienen azúcares que ayudan al mejor funcionamiento de las bacterias.
Ciencia, tecnología y publicidad
En los últimos 20 años la investigación sobre los alimentos funcionales ha progresado y se han realizado avances notables en la selección y caracterización de los probióticos, y en la justificación de las propiedades saludables en relación con su consumo. Sin embargo, según el Boletín de la Organización Mundial de la Salud publicado en septiembre de 2009, Europa exige pruebas acerca de las declaraciones nutricionales de propiedades saludables.
Lo que cuestiona el informe no es el beneficio de los alimentos funcionales u otros, sino los datos científicos que emite la publicidad, y los efectos que esa información puede generar en los consumidores. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, que brinda asesoramiento científico a la Comisión Europea, exige que las declaraciones que se hagan con relación a las propiedades saludables en los alimentos estén respaldadas por datos científicos. «La finalidad del sistema es evitar que los consumidores sean engañados con respecto al valor nutricional global de los productos», concluye el Boletín de la OMS.