Continuando con el post anterior, existen diferentes tipos de maduraciones a partir de las cuales se formarán las cortezas características de cada tipo de queso.
Aparte de los quesos con corteza natural de los que hablamos en el post anterior, también podemos encontrar quesos en los que se han sembrado mohos o levaduras en su corteza. En estos casos, la corteza puede consumirse o incluso es «Quesos con corteza natural y Quesos con corteza pintada»
recomendable, ya que forma parte del mismo, aportándole sabores y aromas típicos. Un ejemplo de estos quesos son el Camembert y el Brie con mohos blancos, o el Munster o Reblochon con levaduras de tono naranja.
Aparte de los quesos con corteza natural, existen los quesos de corteza artificial.
Dentro de este tipo podemos hablar de los quesos tratados con ceras o parafinas, como es el caso del queso Edam. Estas ceras o parafinas generalmente pueden ser de color rojo o amarillo. En este caso sirven de protección al queso y tenemos que eliminarlos para poder consumirlo.
En la mayoría de las ocasiones, estos productos han sido tratados con antimohos químicos, unas sustancias muy parecidas a los antibióticos.
También pueden presentarse con la corteza pintada.
En muchas queserías, se les aplica antimoho químico cuando el queso está recién elaborado. Debido a la ausencia de mohos se consigue que no existan las mermas típicas de un proceso natural de maduración. A la hora de prepararlo para su comercialización, se le aplica pintura plástica en el color que convenga: negro, marrón o incluso verde. En esta pintura también se le añade estos antimohos como conservantes químicos. Es obligatorio incluir en las etiquetas el uso de estas sustancias.
El consumo de la corteza del queso depende de su proceso de elaboración. Las cortezas naturales permiten que las podamos comer o incluso saborear, mientras que no es recomendable consumir las cortezas artificiales.