El «Libro Blanco de los Helados», elaborado por Catedráticos de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Barcelona (España), nos ayuda a desterrar algunas concepciones erróneas acerca de este producto y nos muestra nuevas formas de incluirlo en nuestra dieta sin que por ellos nuestra alimentación deje de ser sana y equilibrada.
Para los que pensaban que los helados sólo nos ayudan a combatir los calores del verano, deben saber que este producto aporta una gran cantidad de nutrientes a nuestra dieta, como por ejemplo, proteínas, hidratos de carbono, grasas, vitaminas, minerales, etc.
Su consumo adecuado es beneficioso
Pese al pensamiento extendido en gran parte de la población, el consumo adecuado de helados no está relacionado con la aparición de enfermedades como diabetes, caries, obesidad, y también es falsa la idea de que no alimentan y engordan, ya que el consumo de 100 gramos de helado supone un aporte máximo de un 15 por ciento del total de calorías que se deben proporcionar a la dieta diariamente.
La gran cantidad de calcio, proteínas y nutrientes, como la vitamina B que poseen los helados, significan un producto recomendado para personas de todas las edades, como niños, adolescentes, ancianos o mujeres en periodo de lactancia.
Su consumo se aconseja a personas que tengan problemas relacionados con lípidos, inapetentes, con decaimiento o con bajo estado de ánimo, o incluso, con problemas de deglución.
La presencia de leche, hace de este producto una alternativa interesante para la merienda de los niños. En comparación con otros productos de bollería y pastas, los helados se muestran como el alimento menos calórico.
Los autores del «Libro Banco de los Helados» pretenden mostrarnos este producto como «algo más que una golosina», invitándonos a incluirlo en nuestra alimentación como materia prima de cualquiera de nuestras comidas.
De esta manera, desvinculan el helado de su tradicional categoría de postre. Pepe Ruiz, desde la Escuela de Hostelería de Barcelona, ha elaborado algunas recetas curiosas a la par que sencillas y asequibles. Entre sus propuestas podemos encontrar un nutritivo desayuno a base de sorbete de naranja con fresas y Kiwi; aperitivos como chupito de sorbete de limón con langostinos; entrantes como salmón curado con helado de menta, o ensalada de endivias con helado de nata y queso azul con nueces; y meriendas a base de manzana asada con helado de vainilla y ciruela o helado de yogur con frutos secos y miel.
Otro aspecto que deberíamos tener en cuenta cuando consumimos un helado es el tiempo de degustación, así lo recogen los autores del «Libro Blanco del Helado» en su obra. Según estos Catedráticos de Nutrición, el consumo del helado se ha de efectuar con las pausas adecuadas, ni demasiado rápido, ni demasiado lento.
Los autores definen el momento de degustación como el momento en el cual «se unen la percepción del gusto, del frío en la lengua y en la cavidad bucal, de sus diferentes aromas, de la textura o la consistencia cremosa en el fluir desde la consistencia sólida al fluir el líquido con una plena sensación de frescor».
Desmitificando al helado
De esta forma, los expertos en nutrición han aclarado mitos como que el helado causa daños al aparato digestivo, a la garganta o dolor de cabeza, si se tiene la precaución de no tragarlo con excesiva rapidez.
En resumen, el helado representa un buen complemento de nuestra dieta por ser un alimento con gran cantidad de nutrientes beneficiosos. No hay que olvidar que lo podemos consumir en cualquier época del año, y a cualquier hora, siempre que se haga de una forma adecuada.