Labneh: cómo hacer tu propio queso (a partir de yogur) 4

Hace poco descubrí que hacer queso casero podía ser mucho más fácil de lo que había imaginado. Con un yogur, una tela y poco más cualquiera,sin ningún conocimiento gastronómico, puede obtener diferentes versiones de Labneh. Os hablo de un queso tradicional del Líbano y otros países de Oriente Medio, que si bien hoy en día se puede encontrar envasado en los supermercados, se suele elaborar en casa.

Originalmente se partía de leche cuajada de cabra que se envolvía en pieles hasta que el suero se evaporaba. A la pasta resultante se le añadía sal y se sumergía en aceite de oliva para conservarla más tiempo. Actualmente, se ha extendido esta versión simplificada a partir de yogur, ya sea de leche de vaca, cabra u oveja. Dependiendo del yogur elegido y del tiempo que lo dejemos escurrir obtendremos diferentes resultados, todos ellos deliciosos.

A partir de 12 horas está listo para consumir como queso fresco, aromatizado con hierbas frescas y aceite de oliva. Lo malo, es que esta versión no podemos conservarla más de dos días. Por ello,yo decidí hacer un tarrito de queso fresco y con el resto, tras dejarlo escurrir unas horas más, formar unas bolas rebozadas en especias que se conservan durante mucho tiempo en un frasco con aceite de oliva. Utilicé yogur griego, en concreto el de Lidl que viene en envases de 1kg, la cantidad perfecta para elaborar nuestros primeros quesos caseros. Desde entonces, ya lo he repetido un par de veces.

Aquí está el labneh en su fase inicial, escurriendo el suero.

Bien, recapitulemos, que me lio y no acabo de explicaros bien como se hace.

Si lo dejamos escurrir 24 h tendremos un queso más firme que podremos rebozar en diferentes especias para jugar con los sabores.

INGREDIENTES:

1 kg de yogur

1 cucharadita de sal

Hierbas aromáticas, especias variadas y ajo.

El mejor aceite de oliva que podáis utilizar.

Necesitaremos además una gasa o tela finita.

ELABORACIÓN:

Mezclamos el yogur con la sal y lo colocamos encima de la tela. Anudamos los extremos de la tela, formando un hatillo que colgamos encima del fregadero o de un bol, donde dejaremos que gotee el suero.

Al cabo de 12-15 horas podemos desatarlo. La pasta que se habrá formado para entonces tendrá una textura similar a cualquier queso cremoso.

Por supuesto, podemos comerla así tal cual, pero el Labneh alcanzará sus mayores cotas de esplendor si lo mezclamos con hierbas aromáticas y lo regamos con aceite de oliva. En este caso,utilicé albahaca, orégano y pimienta negra. Pero es cuestión de ir probando, hasta dar con nuestra combinación favorita. La menta, el cebollino o el cilantro también le quedan genial.

Como quería probar las dos versiones de Labneh, puse la mitad del queso a escurrir de nuevo. Tras un total de 24 horas drenando suero, la pasta obtenida es un poco más dura que antes. Esta pasta la dividimos en porciones con las que formaremos bolitas, teniendo en cuenta que el diámetro de las mismas ha de ser menor al de la boca del frasco donde las vayamos a guardar.

Una vez hecho esto, en un plato o fuente mezclamos las especias con las queramos rebozar nuestro queso. Yo hice una mezcla de pimentón, curry, orégano, guindilla molida, comino y pimienta negra. Me encantó el resultado, pero la segunda vez quise variar y utilicé un sazonador de especias marroquís (de Eroski) y tampoco quedó nada mal. Es todo cuestión de gustos. Con las bolitas listas y especiadas procedemos a guardarlas. Para ello llenamos el fondo de un frasco con aceite de oliva, colocamos uno o dos dientes de ajo (opcional, pero le da un toque) e introducimos las bolas de queso. Terminamos rellenando el bote con más aceite de oliva.

Como veis es muy sencillo y el resultado además de delicioso es gratificante, por tanto os animo a que os pongais manos a la obra y me conteis como ha sido la experiencia.